Un día normal

ecordó a la Catalina de hace 3 años, que moría por casarse. Recordó su emoción al pensar en el vestido blanco, y tan caro que iba a ser, en la ceremonia en Cartagena, de la que todas sus tías dirían después que fue “bellísima”, recordó su infinita alegría al decirle “acepto” a Rafael y sentirse que, por fin, sería alguien en su familia.

La Crítica