Feminismo

«Sistema útero vaginal» no es «sistema reproductivo»

Notas sobre la heterosexualización de nuestra ciclicidad menstrual I

Por Lara La risa

«Hemos tenido la verdad de nuestros cuerpos retenida o distorsionada para nosotras mismas; nos han mantenido en la ignorancia acerca de nuestros propios lugares más íntimos.»(RICH, 1975. p.222)

¿Qué sabemos nosotras sobre nuestras menstruaciones? ¿Qué se nos permite saber sobre nuestra cuerpa y sus sabidurías cíclicas? En general, se nos enseña a lo largo de las vidas de cada una de nosotras que la menstruación sería, supuestamente, un “óvulo no fecundado”, no más que «el movimiento cíclico que permite la maternidad”. ¿A quién se le ocurriría decir que todo el movimiento de hormonas, la comunicación de los órganos y el trabajo profundo de renovación de un tejido tan lleno de células sanadoras como lo es el endometrio, acontecería debido a la llegada de factores externos al organismo de las mujeres?

En este sentido, la primera vez que menstruamos también se nos dice, a la mayoría de nosotras, que lo que ocurre es que “ya podemos ser mamás”. Pero nunca –o nunca por lo menos que yo haya escuchado– se nos ha dicho que lo que pasa es que este sistema útero-genital nuestro ya estaba listo cuando nos formamos como bebas en el vientre de nuestras madres y llega un momento en que este sistema establece comunicación con las hormonas, envían la información de que están preparadas para los movimientos y trabajos que ocurren en toda la cuerpa y su ciclicidad; esta ciclicidad que ofrece la música con la que baila toda la cuerpa.

Aprendimos también, desde sus instituciones heteropatriarcales, como la escuela, la ciencia, los sistemas de salud y medios de comunicación, que toda esta sabiduría que se conjunta y se hace viva en estas partes de nuestra cuerpa tan preciosas –la útera, las ovarias, las tubas uterinas y la vulva– serían llamadas “sistema reproductivo”. Este sistema, desde las sistematizaciones de la medicina moderna y su ginecología hecha a base de violencia contra las cuerpas de las mujeres, estaría formado por varias partes que recibieron los nombres de los dichos “padres” de este conocimiento validado por ellos mismos como único y verdaderamente “científico”.

Todas estas imposiciones que nos han intentado hacer creer que son enseñanzas, en verdad, son parte de los mandatos de esta heterosexualidad obligatoria como régimen. Como la misma Adrienne Rich nos dice en su valioso ensayo de hace 40 años, la heterosexualidad no habla solamente de “con quién se acuesta” una mujer sino que es una institución que “arrebata el poder a las mujeres”, es parte de una estructura social que involucra todos los aspectos de nuestras vidas.

Las potencias que viven en nuestras úteras y menstruaciones, desafortunadamente, no han sido libradas de las construcciones desde esta heterosexualidad obligatoria. Todo lo contrario, las creencias que han sido establecidas como verdades en relación a esta profunda intimidad y sabiduría que solamente nosotras las mujeres tenemos, han sido borradas por la heteropatriarcalización que nos ha alejado de nosotras mismas y que ha buscado hacernos sentir que no comprendemos y al mismo tiempo odiamos esto que es lo primero que somos nosotras: nuestras cuerpas.

Esta cuerpa, en donde vive nuestro sistema útero-genital, que nos conecta con las que nos precedieron, que nos regala la memoria milenaria de nuestras ancestras, estos impedimentos de autoconocimiento son parte también de lo que se hace percibir como barrera en las posibilidades de acercamiento con las otras –de las que nos acompañamos en el presente, las mujeres con las que convivimos en la cotidianidad–, enseñanzas que nos han intentado imponer el replicar de la misoginia en diversos niveles.

La amora entre mujeres, el reconocernos entre nosotras, es una estrategia muy preciosa y antigua de resistencia que desde lo más remoto de los tiempos se ha hecho presencia en nuestras vidas. Algo que, así como la menstruación, es una sabiduría y potencia creadora que solamente es parte de nuestras existencias como mujeres, preciosidades exclusivas de nuestras rutas. Las dos –la amora entre mujeres y la menstruación– son sumamente borradas, negadas, heterosexualizadas y transmitidas por esta cultura heteropatriarcal como misoginia obligatoria, que somos estimuladas a ejercer en las más distintas formas: contra nosotras mismas, contra las memorias y sabidurías de nuestras ancestras y contra las conexiones con las otras.

Pasan las generaciones y las sofisticaciones se encargan de poner glitter y crear ficciones de “renovación” en donde sigue la misoginia como pilar político de la organización de la sociedad bajo la vigencia del heteropatriarcado. En este momento de la historia y bajo estas “gliterizaciones” del heteropatriarcado, estamos viviendo una masacre y vaciamiento cruel de las sabidurías de la ciclicidad menstrual que hemos con mucha dificultad recuperado entre mujeres.

Mucha dificultad, yo digo, porque en el medio del camino siempre hay violencia heteropatriarcal en las más variadas presentaciones: intentos de prohibición de que estemos en espacios exclusivos entre mujeres, acusaciones que intentan invalidar las sabidurías recuperadas entre nosotras, insinuaciones de que las sospechas que vienen de nosotras mismas serían inválidas, y claro, no podemos olvidar, las estrategias más antiguas de los opresores – mantenernos ocupadas con sus preocupaciones y los intentos de invadir forzosamente los escasos espacios que tenemos juntas.

De ahí es que nosotras, en los espacios entre mujeres que hemos nutrido, en especial para profundizar, reconocer y acompañar las sabidurías de la menstruación desde una apuesta lesbofeminista, hemos reencontrado –porque siento que son las sabidurías y rebeldías de las ancestras y de su amora hacía nosotras que regresan– el término sistema útero-genital y pasamos a utilizarlo cada vez que hablamos de estas partes de nuestras cuerpas que se hacen vivas, que se mantienen en comunicación y que funcionan como una primera corazona en nuestras existencias de mujeres.

Así es como también vamos recuperando nuestras propias “geografías psíquicas”, de las que nos hablaba la misma Rich:

“existe el reto y la promesa de toda una nueva geografía psíquica para ser explorada. Pero también está la dificultad y el peligro de caminar sobre el hielo a la hora de intentar encontrar el idioma y las imágenes para una conciencia a la que estamos llegando y de la que tenemos un liviano bagaje del pasado.” (RICH, 1971. p. 48)

El entendimiento del sistema útero-genital como solamente un «sistema reproductivo» es un borramiento de todas las potencias de esta parte de nuestras cuerpas de mujeres y de toda la cuerpa, porque vamos recobrando la consciencia de cómo nos negamos a seguir creyendo que seríamos cuerpas fragmentadas. Es un intento más de reducir nuestras vidas a la servidumbre heteropatriarcal. Pero la lesbiandad y la amora entre nosotras nos regala las pistas y desconfianzas que necesitamos para seguir regresando a nosotras mismas. Escuchémonos.

 

Pintura en portada: Autoría de Lara La Risa

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