Convocatoria

[Las mujeres ante la contingencia sanitaria] Trabajo

Por Gretel Alejandra DR

 

Trabajo.

Ansiedad por la incertidumbre de si las múltiples medidas que tomo son suficientes para mantenerme a salvo y a mis amadas.

Contextualizo.

Cuando cursé la materia de bacteriología y parasitología, tenía una sensación parecida: la de ver bichos mortales por todos lados; de desinfectar, de lavar, de cuidar… la responsabilidad de hacer para prevenir. ¡Pues resulta que es un trabajal!

Cuando hice un año en el hospital me enfermé (se rumora) por la mala higiene en la preparación de alimentos en el nosocomio. Nadie habló de que los tiempos de exposición a bichos súper fuertes (que requieren de atención hospitalaria para tratarse), son interminables; de que las mismas horas de exposición, son de trabajo y se mal come, se mal descansa, se mal vive, y eso bajará las defensas de todas esas anhelantes de un título para trabajar, incluyéndome. De que esa esclavitud enferma. Nadie habla. Nadie habla de que esos bichos se llevan a casa (y a las lavanderías pues a las foráneas no les queda de otra), ni de que ahí enfermarán a quien no ha hecho defensas a diferencia de nosotras que, allá dentro del hospital, en ocasiones, las desarrollamos. Esa enfermedad llevó a que un perrito de mi manada, bebito, muriera contagiado. Y ahí está esa experiencia, persiguiéndome en esta realidad, en la que las mujeres con las que convivo/cohabito, ya no tienen la misma fuerza que hace doce años. Y ahí está esa experiencia, exigiéndome mi mayor esfuerzo para no ser la culpable de llevar una enfermedad extranjera a las vías respiratorias de las que amo.

Y es cansado. Cansadísimo, a pesar de que dos de mis tres trabajos remunerados se detuvieron por la pandemia, me falta tiempo.

Ha tocado ahuyentarnos las noticias falsas de la corazona.

Ha tocado desinfectar las paranoias.

Ha tocado hacernos cursos y socializarlos.

Ha tocado analizar: Hablar con otras para tener más perspectivas.

Ha tocado sentirme absurda y llevar a cabo medidas que la ciencia no recomienda, pero que me ponen más tranquila.

Ha tocado tantas cosas que no imaginé vivir.

Estoy cansada todo el tiempo y con dolor de espalda, o de cabeza, o de alma.

No logro decir que he terminado: Hay más ropa que lavar, más superficies por desinfectar, una vez más lavar las manos. No hay terapia, amigas o soledades, al modo que mi cerebro las pide.

Soy de las que disfrutan la rutina: No hay tal. Soy de las que se ejercita y grita, soy de las que está rodeada de muchas niñas, de muchas soledades y de aires libres. Nada de eso.

Me cansa el pensar, el sobrepensar, el aflojar tantito: “No es para tanto”, y regañarme. Me frustra el no saber.

Me enojo conmiga:

-“¿Para qué elegiste esta profesión? Nos pones en peligro”

-“Tienes ingreso fijo, deja de quejarte. Agradece”

-“¿De qué sirve? Mira tu angustia. ¡Míralas! ¿Merecen esto?»

Y las miro.

Hablo con ellas para decirles que me aislaré. Responden: “Somos equipo, asumimos. Somos más fuertes juntas”. Me hace polvo su apoyo: me desarma y me transforma, me transforma en la más querida. Pienso tantos y tantos imaginarios y termina por aplacarme su cariño. (BIS)

 

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La Crítica