Feminismo

El manifiesto de los “ahoras” posibles: juntanza

Mandrágora

El poder es para ellos porque ellos se lo inventaron. Y, como bien lo decía Audre Lorde, “las herramientas del amo no derrumbarán la casa del amo”. El feminismo, entonces, debe mirar otros horizontes. Que nos “dejen” jugar a su juego no implica que el juego vaya a cambiar, de hecho, nos hace aceptar las reglas de un juego que se inventaron entre ellos, en el que jamás aceptarán que pongamos nuestras propias reglas (y si es así, nos tacharán de autoritarias, de locas, de arbitrarias, porque solamente ellos se pueden inventar las reglas). Yo digo que tenemos que jugar a otra cosa.

Y el primer paso para caminar hacia ese otro juego es la búsqueda incansable y sólida de nuevos referentes. Resulta que la historia también se la inventaron ellos, y les cae de perlas porque les permite hacernos creer que todos los pueblos, todas las sociedades, todas las comunidades del mundo en todas las temporalidades han tenido una única forma de vivir: patriarcal, heterosexual, colonialista, capitalista y estatal.

Eso les ha permitido hacernos creer que, incluso, la competencia es algo “innato”, que el sexo, la feminidad, la heterosexualidad son cosas “innatas”. Pero a pesar de ese intento, hay miles de experiencias de resistencia: solamente hay que buscarlas y darles la voz, el lugar, desde el cual puedan hablarnos y enseñarnos cosas.

Las mujeres hemos resistido durante miles de años a la guerra que nos ha declarado el  patriarcado, el capital y el sistema colonial. Nos hemos inventado formas de organizarnos, de cuidarnos, de protegernos y de construir conocimiento con otras. Rescatar esas experiencias, recordarlas y contárnoslas es una manera de saber que no estamos obligadas a jugar el juego de ellos, que podemos inventarnos otros, que siempre hemos podido. Esos nuevos referentes, además, nos harán sentir que no estamos solas, que no hemos estado solas nunca y que hemos caminado acompañadas muchas, muchísimas, en la convicción, como dice mi mamá, de que esto se tiene que acabar algún día.

Paula Nicho Cumez

Creo que tenemos todo lo que nos hace falta para encontrar maneras de organizarnos: tenemos nuestras propias experiencias como guía, podemos aterrizar nuestras propias experiencias y encontrarnos en las experiencias de la otra. Al reconocer que lo que me ha pasado le ha pasado a la de a lado creamos todo el potencial político que necesitamos: hemos visto que lo que experimentamos no es casual, no es individual, no es azaroso; es parte de una estructura de poder que opera de muchas formas diversas sobre las vidas de todas. Esa será la base de la forma en que construimos conocimiento entre nosotras: a partir de nosotras mismas y de nuestras propias vidas.

La organización de la que he hablado, la juntanza entre similares, no es partidaria ni nunca lo será, porque la estructura partidaria obedece a la forma en la que se organizan ellos, los dueños del mundo. Esta juntanza se parece más a un grupo de amigas, a una tarde para hablar y comer algo rico que preparamos juntas, a un plan que hicimos para crear un fanzine, una revista virtual, un folleto. Es una juntanza para aprender juntas, para imaginar, en el hacer otros mundos posibles, para hacerlos posibles mientras los imaginamos.

Y que la juntanza nos encuentre a todas, en nuestros barrios, donde nacemos y crecemos con la falsa esperanza de que algún día podemos, no ser dueñas del mundo, pero sí compañeras de algún dueño del mundo que nos permita compartir un poco ese sentimiento de dueñidad. La juntanza nos hará cuestionar esa aspiración y ese sentimiento de dueñidad.

Que la juntanza encuentre a mi vecina, la que “decidió” ser “modelo webcam” para poder pagarse la universidad y en el camino se convenció a sí misma de que esta decisión había sido justamente una decisión, y que esto la empodera. Que la juntanza encuentre a mis primas, que crecieron en una playa colombiana aspirando a casarse con europeos o norteamericanos para irse a vivir allá y a tener hijos para ellos, que las encuentre en Inglaterra y en Italia, donde viven, luchando día a día por la custiodia de sus hijos e hijas con sus ahora exmaridos y exigiéndole justicia a un sistema que difícilmente castiga la violencia patriarcal.

Que la juntanza encuentre a mi mamá, que ha pasado toda su vida trabajando en movimientos y partidos, convencida de que los cambios son posibles, mientras el machito de izquierda llega a llevarse todo el crédito de su trabajo y esfuerzo, y a sonreír para la foto que será crucial para su candidatura.

Este manifiesto es el manifiesto de los “ahoras” posibles porque estoy convencida de que, hasta el momento, la idea de que la revolución definitiva, venidera, última, la emancipación total, vendrá en un futuro indefinido que tal vez no veremos, es una idea de la que no hemos obtenido resultados y ha sido estéril. La emancipación total, definitiva, última, no va a suceder jamás si no la caminamos todos los días. Por eso el “ahora”: porque todos los días, al despertarnos, podemos proponernos recuperar un trocito de ese nosotras mismas que el sistema nos quitó desde el mismo momento de nuestro nacimiento.

Todos los días podemos prepararnos no solamente para que esa recuperación sea individual, sino para que otras se recuperen a sí mismas y, en ese recuperarse a sí mismas se encuentren conmigo, y con otras, y vean que recuperarse a sí mismas es también facilitar que la otra pueda recuperarse. Todos los días podemos evocar a nuestras ancestras y entender y encontrar y descubrir formas de resistencia que no imaginábamos posibles y que no habíamos visto narradas, y sin embargo, ahí están.

Todos los días podemos encontrarnos con las experiencias de mujeres que, pese a esta guerra implacable, resisten y construyen un mundo distinto. Creo que esa es la tarea del feminismo en este momento. Rastrear en las experiencias de las ancestras, de otras, esas resistencias y traerlas al “ahora”, construirlas en el ahora. Y dejar un panorama de “ahoras” posibles diferente para las niñas que vienen.

*Texto escrito en el curso Aproximaciones feministas al capitalismo y el colonialismo de Ímpetu Centro de Estudios.

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La Crítica