Feminismo

El colonialismo: las mujeres al frente de la resistencia indígena

Por Sofía Huerta y Angélica Jocelyn Soto Espinosa 

Te invitamos a leer la entrega pasada: Parte 2. Las mujeres rumbo a la conquista: una ruta de perfección de saberes y rebeldías

La Conquista fue proceso en el que se consolidaron largos periodos de esclavitud y desigualdad racial, de clase y sexo, pero también consistió en momentos de resistencia indígena y mestiza que durante 300 años de Colonia se manifestaron de diversas maneras, aunque la historia oficialista las olvide o las niegue.

En las primeras décadas de la época Colonial ya era visible la presencia de una diversidad de mujeres que vivían en la Nueva España. No existía una identidad única de “la mujer colonial”, sino que la división social, étnica, racial y de género impactó en la realidad de españolas, indias, negras, criollas, mestizas, moriscas, etc, quienes no compartían los mismos roles, educación, formación, trabajo ni reconocimiento social.

Para historiadoras como Pilar Gonzalbo Aizpuru, a pesar de la baja poblacional que acompañó el proceso de Conquista, Nueva España siguió siendo mayoritariamente indígena. Sin embargo, el orden impuesto por la aristocracia colonial de origen europeo, conocido como sistema de castas, influenció en la jerarquización y desigualdad racial, étnica y de género. 

Los cambios demográficos para los siglos XVI y XVII no sólo influyeron en la natalidad y la mortalidad, sino que también se observaron migraciones internas. Hacia 1521, señaló la historiadora en el libro Las mujeres en la Nueva España, “vivían en Mesoamérica varios millones de mujeres indígenas, que en menos de un siglo llegaron a reducirse a algunos cientos de miles”. 

Las más jóvenes fueron objeto de intercambio, obsequio y sexual, entre caciques y, principalmente, españoles. Pilar Gonzalbo explicó que los soldados entregaban a las mujeres a la Corona para que fueran esclavas. En la segunda mitad del siglo XVII, de acuerdo con Gonzalbo, se alcanzó la cifra máxima de las importaciones de personas esclavas: 35 mil 89 en 1646 y 20 mil 131 en 1742. Esto abonó a la mezcla de caracteres étnicos y raciales. 

Imagen tomada de Relatos e Historias de México

Las mujeres españolas representaban un grupo poblacional menor, pero que ejerció influencia decisiva en la organización de la sociedad colonial. También había mujeres negras: cerca de 80 mil fueron traídas de África en condición de esclavas a lo largo de tres siglos.  

Todas las mujeres (españolas, indias y negras) aprendían en sus hogares de origen las labores y tareas que debían desempeñar en su madurez, así como el comportamiento y educación que debían demostrar ante la sociedad. Las de las ciudades y de familias con bienes estudiaban en escuelas o conventos, pero las mujeres indígenas aprendían en su propia familia o comunidad labores de campo, hilado, tejido, comercio local y tareas domésticas. 

Uno de los primeros pasos en el proceso de colonial, por orden de los Reyes Católicos, fue cumplir las Leyes de Burgos de 1512. Éstas establecieron un sistema que obligaba a las y los españoles en “tierras descubiertas” a proporcionar alimentos y ropa a “los naturales”, es decir, la población indígena y, al mismo tiempo, enseñarles sus costumbres, el castellano, reglas de moral e introducirlos a la religión. Al poco tiempo se establecieron centros evangélicos e internados para niñas indias, quienes con el tiempo podrían casarse con los jóvenes de los colegios conventuales. 

De acuerdo a la historiadora Pilar Gonzalbo, la educación que recibían las mujeres, según su origen, era muy diversa: “Lo único esencialmente igual eran los principios religiosos y morales, puesto que todas compartían la sumisión a la jerarquía y la creencia en preceptos indiscutibles en la teoría, aunque frecuentemente  transgredidos en la práctica”.

La cortesía, la higiene y la moralidad eran elementos fundamentales del dogma cristiano, para mujeres y hombres, pero fue a través de ellos que también se consolidó el patriarcado. Dentro del análisis sobre la creación y desarrollo del patriarcado, Gerda Lerner explica que el acceso de las mujeres a una clase o casta estaba “mediatizada por sus vínculos sexuales con un hombre, quienes entonces les permite acceder a los recursos materiales”.

Existían también separaciones entre mujeres: “respetables” (ligadas a un hombre) o “no respetables” (no ligadas a un hombre o totalmente libres), categorías que fueron institucionalizadas por las leyes, pero sobre todo por la moral, las normas y costumbres sociales, separando a las mujeres como “malas” y “buenas”. 

Entre el siglo XVII Y XVIII era común que bajo estas separaciones existieran adjetivos que posteriormente se convertirían en formas para referirse a mujeres que “no eran respetables” o que ejercían una libertad que no les correspondía. A todas aquellas mujeres que no cumplían las normas morales establecidas eran recluidas, excluidas, enclaustradas o castigadas. 

La línea divisoria entre la virtud y el pecado no era inamovible, dice Gonzalbo: “Unas (mujeres) eran peligrosas porque ya habían ‘conocido el pecado’ y era previsible su reincidencia, otras porque su necesidad las impulsaba a ganarse la vida de cualquier modo, y ambas porque su sola presencia y su desamparo eran una tentación para cualquier ciudadano que, lógicamente, pretendiera aprovecharse de la situación”.

Desde una perspectiva feminista, la dominación colonial consolidó una estructura patriarcal que impuso moral, costumbres y tradiciones, así como todo un sistema familiar y de parentesco, que se han transformado pero que imperan hasta nuestros días. 

Imagen tomada de la Revista Artes de México

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La Crítica