Feminismo

¿Somos saltadoras de procesos?

Por Kein Kena 

En ciertas situaciones, todas nos convertimos en saltadoras de procesos.

Es cuando nos saltamos el trabajo que debemos hacer con una misma ante y posterior a sucesos, problemas, rupturas, duelos… y cualquier otro estado que nos requiera un tiempo determinado de trabajo constante y dedicación con una misma para repararlo/repararnos.

Algunos ejemplos en la vida cotidiana pueden ser cuando después de una relación de pareja pasamos a otra en automático sin darnos el tiempo de cerrar aquello en nuestra cuerpa (de reflexionar) o revisar daños (si es que hubiera); cuando consumimos alimentos que sabemos que nos crean insalubridad, pero lo ignoramos, o cuando postergamos una plática honesta pendiente que tenemos con una amiga; también puede ser no tomar descansos cuando los necesitamos; administrar de forma descuidada nuestros ingresos, o cuando evitamos ver a una mujer querida, porque ella nos va a cuestionar sobre cosas propias de las que no queremos hacernos cargo todavía, entre muchas otras.

A veces saltamos porque los procesos cotidianos son difíciles de enfrentar, dolorosos casi siempre y a veces es real que no tenemos las herramientas para trabajarlos, para acompañar lo que nos sucede y está bien, supongo. Pero me parece de suma importancia entender que entre más nos saltemos los trabajos internos (con las emociones, la salud, con la cuerpa) más alejada estará la alegría que nos merecemos, la calma constante, el enojo cuidadoso, la tristeza acompañada…

Luego nos pasa en este patriarcado que hemos sido obligadas a desconectarnos de lo que sentimos, nuestra cuerpa ha sido condicionada a una cultura patriarcal, a una lógica que no viene de nosotras, a ciertas reglas que nos orillan a adoptar para sobrevivir. Somos resultado de una guerra entre lo que podríamos ser, lo que somos y entre lo que nos han dicho que debemos ser… Nuestro sentir está condicionado al orden fijo en este sistema, estamos respondiéndole a los mandatos que crearon ellos y, en ello, perdiéndonos a nosotras mismas.

Confirmo con mi cuerpa que, para poder sanar, hay que poder con lo que nos sucede, hay que crear herramientas, redes, hay que buscar, buscar y buscar, rescatarse a una misma, ser nuestras propias salvadoras de procesos emocionales, de bienestar corporal.

Tristemente, hay mujeres que continúan saltando toda su vida sin detenerse, y se enseñan a sobrevivir de esa manera. Saltándose procesos importantes y reveladores que las lleven de regreso a sí mismas, saltándose oportunidades para rescatarse de lo impuesto, se han saltado momentos de honestidad compartida con las cercanas, se han saltado una vida merecedora de amor lésbico, de amor entre sí mismas y con las otras, de cuidado consigo mismas y de cuidado entre todas. Saltan para no solucionar, quieren permanecer en el aire, donde no se siente el peso y los pies no arden.

¿Cómo saber cuándo una saltadora no ha parado de hacerlo durante toda vida? Es fácil saberlo, porque nos miente constantemente, no se conoce a sí misma a profundidad, no tiene una relación estable consigo, no se cuida ni cuida a las demás con constancia, sólo lo hace para lograr recargar sus saltos, para obtener beneficios propios, porque eso hacen las saltadoras de procesos que nunca paran: viven y sobreviven saltando. Recorren esta vida sin caminarla, sin poner los pies en la tierra más que para impulsarse, no saben sentir el suelo, sentir sus miedos, no conectan con lo que ya dijeron, se comunican sin sustento corporal, sin práctica, sin profundidad, porque están desfragmentadas, no se dan el tiempo y el esfuerzo para su propia reparación, para conectar consigo mismas, para escuchar su intuición, para escuchar a su alma, a sus ancestras, a sus cercanas.

Eso sí, pueden fingir conectarse, pueden aparentar saber mucho de lo que hablan, puede camuflajearse porque, a fin de cuentas, ellas conocen un poco de la tierra en la que todas andamos, porque son mujeres y conocen la historia que muchas otras les contamos, porque cada que saltan deben tocar superficialmente el fondo para impulsarse, entonces saben un poco de los caminos, pueden lograr percibir lo que están saltando, son conscientes del tramo que han elegido no pasar caminando, sino brincando, pueden distinguir el suelo del viento, porque eligen entre uno y otro, eligen volar sobre los procesos, eligen saltar sobre la tierra donde ven a muchas caminando, en descanso o corriendo. Saben lo que hacen y saben lo que no quieren hacer, que es detenerse y mantenerse en un piso fijo y resolver.

Así que las saltadoras saben que están saltando, cuando lo hicimos lo supimos, porque elegimos los tiempos y los procesos. Aunque a veces el sistema nos orilla a ser indiferentes a nuestra consciencia, siempre hay una voz interna, un sentir que nos avisa que nos andamos brincando responsabilidades propias.

Sé que puede resultar aterrador dejar de saltar la primera vez y puedo entender que muchas elijan sobrellevar sus vidas mejor brincando, saltando, pero es un miedo que el patriarcado nos ha encajado para no dar el primer paso, que es detenernos a aceptar, percibir, visualizar, escuchar… Aprender a estar en la cuerpa que somos y en las circunstancias que nos ha forzado (el patriarcado) a sobrellevar.

Hay que saber que se vuelve tramposo sentir en este patriarcado, pero es parte de nuestra lucha hacerlo, confrontar lo que hay adentro, aquello que nos impide caminar a veces, a conocernos cada vez más, escuchar la intuición, asegurarnos de estar porque queremos estar y saber diferenciar esto a lo que significa un mandato: cuando “debemos” estar. Saber un poquito más sobre dónde estamos pisando, cómo estamos pisando y saber si hacía donde vamos es lo mejor para nosotras o hay que cambiar de caminito, o caminar en zigzag, no lo sé, cada una lo define y descifra.

Me refiero a dejar de saltar, postergar o anular procesos que son necesarios para nuestra cuerpa, para nosotras. Y ya, si nos equivocamos en el pasado y estuvimos saltando e hicimos daño y en ello la reparación se nos ocurrió tarde, pues no es tarde aún, podemos retomarlo en el presente, estoy segura que no hay mejor reparación hacia con las otras en esta vida que la de garantizarnos a una misma y a las demás que nos estamos responsabilizando de lo que hay dentro, y que estamos preparándonos para por lo menos ser una cuerpa leal, honesta y segura con las que van a ir llegando en el futuro, pasando o quedándose.

¿Pero qué les puedo recomendar yo, si me he equivocado tanto? Le he hecho daño a mi cuerpa por saltarme lo que a mí me correspondía, por eso ahora lo intento, quiero ir construyendo mi propio camino y hacerlo seguro, para cuando invite a las cercanas a caminar conmigo en una tarde, no se tropiecen entre mi basura ni se caigan entre derrames. Quiero construir una ruta en la cual me sienta más en calma, porque para mí, en un sistema que me tiene corriendo, brincando y obligada, detenerme y comenzar a caminar a mis tiempos y procesos se vuelve revolucionario.

Yo siento que hay que hacerlo, hay que detener los saltos y retomar nuestros procesos, que el tiempo en sí mismo no cura nada, y que nadie va a venir a hacerlo por nosotras…

 

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La Crítica