Feminismo

Reflexiones sobre el amor romántico

Por Yessica Sánchez Hernández

Humana y Visceversa

Por muchos años mi vida se vio sostenida por el amor, a mi muy inocente manera de ver, sólo alcanzaba a sentir el desbordamiento y el frenesí que causaba enamorarme, así lo viví, como la pasión más desquiciante que pude llegar a tener en mi vida… ¿Y después, qué? Pues como es lógico en el orden causal de la vida, todo lo que un día comienza, un día llegará a su final. Me costó mucho trabajo poderme liberar de esa opresión en la que me quedé, él se fue, pero yo me quede ahí, sola, desdichada, amargada y sin amor. Fueron muchas las conversaciones con lxs que me rodeaban diciéndome a manera de consolación -ya llegará alguien más; algún día te llegará el verdadero amor-. Y yo seguía ahí, sintiéndome sola, desdichada y amargada, pero con el nuevo anhelo de algún día poder volver a amar de verdad. Y así me dediqué a pasar horas, meses, años completos en ese incesante ciclo, enamorarme, la ruptura, la desolación, otra vez al club de lxs corazones rotos, el nuevo anhelo, y por fin, el amor.

No puedo ni siquiera contar todos los pensamientos, actos, e incluso tareas académicas donde de alguna extraña manera yo me buscaba vincular con el amor, pero no cualquier tipo de amor, sino ese, el amor romántico, el pasional, el que te vuelve loca, por el cual darías la vida entera; intelectual o afectivamente siempre había algo de amor romántico de por medio. Después de un largo proceso, de conversaciones, conferencias, uno que otro taller, consultas con la psicóloga, un día dentro de todo esto, me desencanté del amor: esta vez se trataba de mí, estando sola, tratando de estar bien, sola conmigo y disfrutar por mí y para mí, pero eso fue incluso una labor más difícil, nunca faltaba alguien que de alguna manera me hiciera ver lo sola que estaba, pero sobre todo, lo mucho que me hacía vivir en amor, con un hombre con quien disfrutar, un hombre con quien estar, formar una familia, vivir la máxima experiencia de ser mujer… Ser madre. No importaba hacía donde miraba, hacía donde escuchará, siempre estaba ahí la constante demanda a quererme emparejar; e incluso de manera impersonal, en la radio, la televisión, campañas publicitarias, esos hombres exitosos, con esas mujeres perfectas y su matrimonio de ensueño, con sus hijxs rubixs e higiénicxs, con su perro adorable respondiendo a cada indicación, todos sonrientes en aparente felicidad, ¿y yo?, sola, con un compañero canino que a apenas si me hace caso al querer que traiga cualquier cosa que aviento a la distancia. No pude pues, con todo, y me puse a dudar -¿Por qué? ¿Por qué cuando me siento bien conmigo misma tienen que venirme con esto? ¿Será que sí me hace falta? ¿Será que sí necesito a alguien? ¿Quizá sí?  ¿Quizá si me haga falta un hombre, volver a amar en el frenesí y ser “feliz de verdad”?

En muchas pláticas con mis amigas me di cuenta de que no era la única a la que le pasaba, a todas de alguna manera siempre se nos hacían comentarios en alusión a nuestro estado civil, y causando desconcierto, desagrado o lastima en lxs otrxs, cada vez que alguna de nosotras se atrevía a pronunciar que no tenía pareja y que no le interesaba tener por ahora. A algunas incluso les llegaron a decir: –Bueno, ¿pero por lo menos si piensas tener hijos, verdad?-.

Por tanto, hay una notable exigencia explicita e implícita de que las mujeres no puedan estar solas, y qué alarmante resulta si ella decide no reproducirse. ¿Por qué?

Hace poco, haciendo una tarea me tocó revisar un video sobre la Edad Media… La Edad Media… Una pensaría que eso fue hace tantos años y que es tan lejano y ajeno a la actualidad, en esa época se trataba de caballeros y damiselas, los caballeros pasaban por un arduo entrenamiento y por una ceremonia donde se acreditaba el que eran valientes, unos guerreros, y que a partir de ese momento, podrían participar en los torneos medievales, la vida social, en ellos, se disputaba la fama, el estatus, el poder y también la conquista de una damisela con la cual casarse. ¿Y a las mujeres, como las construían a ellas? Las damas por su parte, se les enseñaba a ser bellas, tener una larga cabellera que lucir, ser delicadas, dóciles y conquistables, también tenían que ser serviciales, y era su obligación todo lo correspondiente a los quehaceres domésticos y la crianza, puesto que el destino de ellas sería casarse, procrear y cuidar a la familia. ¿Distará mucho de la actualidad?

Falta añadir algo importantísimo de esa época, en el medievo, fue donde se empezó a desarrollar el amor cortés, que vendría siendo el antecesor del amor romántico que conocemos, dentro de él se ilustraban a las mujeres como seres místicos de la naturaleza, agraciadas, finas, inmaculadas, incomprensibles. Toda esa constitución ideológica-discursiva-cultural vendría haciendo juego con la construcción política-social-psicológica-educacional a la que se estaba sometiendo lo concerniente a la mujer y lo femenino y que se distribuiría a lo largo de los años.

Pese que al amor cortés estaba floreciendo, el cual también estaba lleno de pasión y glorificación del ser amadx, los hombres y las mujeres no se casaban por amor tal como se dice que se hace hoy, en aquellos tiempos, el matrimonio era un nexo político-económico: eso sí, te podías enamorar de otrxs, pero te debías casar con quien asegurarías tus bienes y tus relaciones políticas, el amor romántico como lo conocemos era totalmente ajeno al matrimonio. Hoy el matrimonio aunque sigue siendo esa vinculación política con la cual asegurar los bienes, resulta extraño que alguien lo vea así, yo por ejemplo, si en algún momento lo supe, ya no lo recordaba, lo que si recuerdo es que cada vez que me llegaba a enamorar, con toda esa pasión, locura, obsesión, posesión, y excitación del momento, simpre me quería casar y tener hijxs, pero, ¡por amor!, jamás por conveniencia…

Pero, ¿qué surgió de ese matrimonio en la Edad Media? Los hombres se dedicaban a las relaciones políticas, a proveer y las mujeres a procrear y cuidar, pero que frágil resultaría una relación en donde se está por convenio y no por algo más penetrante; si de quien estoy casadx no le amo, entonces me podría enamorar de alguien más y ya entradxs en la pasión, podríamos engendrar a alguien más. Y así es, los hijxs tenidos extramatrimonialmente generaban descontrol entre la distribución económica, y al mismo tiempo el descontrol de los cuerpos, hombres y mujeres enamorándose, vinculándose y fornicando sin autorización, no resultaría conveniente para quien quiera gobernarlos.

Tras el desarrollo de la civilización occidental, los sistemas de control también se fueron sofisticando, la pieza faltante para asegurar la unión entre mujer y hombre, la reproducción de nuevos seres humanos y el sostenimiento de sistemas jerárquicos opresores, sería ocupado  con la institucionalización del amor romántico, con todo su frenesí, la obsesión, la posesión, la pasión, el delirio, el amor romántico era la clave perfecta para mantenernos amarradxs, así se han ido eliminando posibles válvulas de escape, te hacen creer que tú escoges y que eres libre, que respetan tu libre albedrío, pero al mismo tiempo te dicen cómo vestir, qué decir, que te debes de te debes enamorar, casar, tener familia, todo lo que se puede percibir social, cultural y simbólicamente va vinculado a ello.

¿Y qué más surgió del matrimonio en la Edad Media? Tanto ese tipo de matrimonio como los matrimonios anteriores de esa época, sirvieron para ir afianzando cada vez más la posición mujer-hombre, donde el espacio de las mujeres sería su casa enclaustradas, pariendo y criando hijxs, custodiadas, puestas al servicio de todxs los miembros de la familia, sin reconocimiento, con trabajos sin paga. Y los hombres ganando fama y poder, siempre en la esfera de lo público, lo cultural. Por tanto no sólo delimito los espacios de cada sexo-género, sino que fomento la profunda jerarquía y el valor social de ser hombre o mujer. Los hombres como aquellos que trabajan remuneradamente, con expansión social, sujetos autónomos, y las mujeres en condición de encierro, pariendo hijxs, cuidando y sirviendo, sin posibilidad de remuneración económica, como seres débiles y dependientes, nunca como sujetas autónomas.

El matrimonio por tanto nunca ha sido cosa de dos, y el amor tampoco, resulta que ambos corresponden a los sistemas políticos-económicos que gobiernan, o mejor dicho controlan; entonces, habiendo un trasfondo político-económico ¿Por qué no hay educación económica o financiera en las escuelas? ¿Por qué no nos enseñan formalmente a todxs sobre política?

Mi vida y la de todxs lxs que conozco en mayor o menor medida (casi siempre la primera) está en relación al dinero, bajo estructuras políticas, todo el entramado donde nos nacieron, donde nos desarrollaron, está directamente conectado con eso. ¿Será que a todos aquellos quienes tienen el poder no les conviene?, ¿no le conviene sabernos inteligentes, no conviene que sepamos?, ¿conviene al sistema que estemos en la ignorancia y el desconocimiento?, ¿creer que todo es así porque así siempre ha sido y que no existen alternativas?, ¿por qué no se nos enseña a cuestionar, a ser críticxs?, ¿a generar alternativas?, ¿a imaginar y ser creativxs? De repente sólo trabajamos, nos enamoramos, nos casamos, nos reproducimos y le hacemos al intentar vivir felices por siempre.

Entender que cada una de esas ideas que tenía y que vivía por ellas, que cada una de las cosas que creo, el cómo me veo, el cómo veo a lxs otrxs, lo que pienso de ellxs, lo que me hacen sentir, el cómo vivo, todas esas cosas a las que aspiraba, que todo ello se pueden someter a la duda, al rastreo a la posibilidad de ser diferente, poder comprender que todo puede ser una construcción que alguien más impuso sobre mí, para controlarme y hacerme una pieza funcional dentro de ese y para ese sistema, darme cuenta de eso, me abre camino de poder cambiar, sustituir, decontruir, puesto que si todo es una construcción, ¿por qué no habría de ser la mía?, construida por mí y para mí, es algo que puede resultar de miedo, estando amarrada tanto tiempo a ese sistema y de pronto soltarse parece de locxs o… Una acción totalmente liberadora. De todo lo que narré al principio, puedo decir que ahora me siento más libre, ya no sola, ni triste, ni amargada, ni desdichada, puedo entender entonces porque me llegue a sentirme así. Para mí nunca una teoría, práctica o movimiento político me había hecho sentir tan libre como lo ha hecho el feminismo, porque vivo en un cuerpo de mujer, en condición de mujer, y siempre harán tanta falta prácticas libertarias.

 

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La Crítica