Feminismo

[Opinión] No abraces a quien no quieras

Imagen tomada de Pinterest

Por Montserrat Pérez

Una de las cosas que más me molestaba de niña era tener que saludar a gente extraña cuando las fiestas decembrinas. Incluso si no era gente extraña, me sentía muy incómoda al tener que ir con un montón de personas adultas a darles un beso y un abrazo, incluso si les veía poco, aún más a algunos tíos que les gustaba pellizcarme el cachete muy fuerte.

A las mujeres se nos enseña desde niñas, incluso si no se nos dice de manera explícita, que no tenemos control de nuestras cuerpas y lo que hagan otros está bien porque son tu familia o los amigos de la familia o los amigos de los conocidos de la familia, o sea, cualquier tipo que entre en la casa, hay que saludarlo, incluso darle un beso en el cachete o abrazarlo.

Eso genera angustia y desagrado y una sensación de que estamos ahí más como juguetes que como personas, aún más si entendemos que vivimos en una sociedad en la que las infancias se ven como sujetas inacabadas, que están en formación y cuyas opiniones sobre cualquier cosa no son tomadas en cuenta. Esto no cambia para las mujeres.

Insistimos, fuera de casa y los círculos cercanos, que las niñas aprendan a decir no, que nos avisen si algún extraño les dice algo y que griten si quieren tocarlas. Pero en la intimidad, en donde se construye todo, hay mensajes que contradicen eso. Lo cierto es que no tenemos que abrazar ni besar ni darle la mano o saludar a quien no se nos dé la gana, a cualquier edad.

Es importante poder recalcarle a las niñas que no tienen por qué tocar o ser tocadas sin que quieran. Ese «dale un beso a tu tío» o «dale un abrazo al amigo de tu primo» es una invasión y una afrenta a nuestra autonomía. Si queremos que las niñas aprendan a poder toda la vida a decir NO sin dudar, es vital acompañarlas y apoyarlas cuando no quieren saludar a un tipo, por más cercano que les sea. Es más, si por mí fuera, las niñas no estarían en el mismo espacio que un montón de tipitos, mucho menos sin supervisión y mucho menos si están borrachos.

A mí aún me cuesta trabajo no «ser amable» con la gente, incluso con los extraños en la calle o en situaciones sociales. He ido, poco a poco, aprendiendo a que no le debo amabilidad ni cariño a los hombres. Esto también ha sido gracias a todas las mujeres a mi alrededor que lo hacen, lo he visto y por eso también lo he hecho.

Qué importante es saber que tenemos derecho a negarle acceso a nuestro cuerpo a alguien más y qué importante saber que quienes nos rodean nos van a apoyar.

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La Crítica