Opinión

[Opinión] Ser gorda en las fiestas decembrinas

Ilustración de Kaitlyn Ritter en Pinterest

Por Montserrat Pérez

Hay una cosa que me llama mucho la atención de diciembre y las reuniones familiares: la gordafobia abierta y casi casi requerida después de cada gran comida… y antes de ella. En realidad no son sólo las reuniones y fiestas, está en todos lados. Veo mis redes sociales, observo cómo usan hashtags del tipo #porquegorda o #somosgordos para acompañar una foto de su comida o de ellxs mismxs. Diciembre no es sólo momento de comer, también es el mes para sacar a relucir cuánto nos provoca desagrado y risa una persona gorda.

Creo que no recuerdo una navidad o un año nuevo sin escuchar a alguien quejándose de qué tan gordx se va a poner después de las fiestas, o que en alguna reunión no se mencionara cómo tal o cual bajó muchísimo de peso y que qué maravilla y qué felicidad. Así comienza una sesión larga de escuchar las opiniones de todo el mundo sobre la gordura, claro, todo dicho desde la despersonalización. Todo dicho desde el desprecio, porque “gorda” sigue siendo una mala palabra. Porque sí, a pesar de que se discute sobre la gordura, en general, es en particular sobre el cuerpo de las mujeres, porque ser “gorda” parece ser lo peor que nos puede pasar. Así que ahí están, “las gordas” y la gordura, siempre fuera, nunca es una, siempre son las demás.

Yo soy una gorda. No me molesta serlo, porque no le veo nada de malo, al contrario, entiendo mi cuerpa como un territorio de resistencia. He logrado, después de muchos años, politizar mi existencia y tratar de quitarme de encima todo ese dolor generado por una sociedad a la que le parezco repulsiva. Ahora, si lo pienso bien, qué mejor que ser enviada a la periferia por un mundo que lo único que hace es consumir y desechar. Yo no tengo ese “valor” de uso y desuso, bueno, sí lo tengo, porque soy mujer y las mujeres y ser mujer en este mundo implica que se me vea como que estoy al servicio de. Sin embargo, no cumplo con los cánones estéticos impuestos. Mi cuerpa es grande, es redonda, ocupa espacio y eso molesta.

A veces pienso que justamente, las mujeres gordas molestamos porque ocupamos “demasiado” espacio, porque somos visibles, cuando lo que se requiere es que seamos invisibles. Estamos, pues, incluso cuando ocupemos menos espacio que cualquier hombre. Pienso en el transporte público y cómo a veces podemos estar dos mujeres gordas ocupando los espacios asignados, y un hombre delgado invadiendo dos o tres espacios porque él sí tiene permiso de estar, abre las piernas y no le importa quién está a su lado, pero nosotras somos a las que miran de reojo o de arriba abajo. No es prerrogativa nuestra ocupar espacio.

Tampoco podemos defender nuestra existencia, porque está mal visto. Yo recuerdo siempre quedarme callada cuando se hablaba de eso, cuando era más chica, niña y adolescente, sólo sentía que algo se me hundía muy dentro. Empezaba a sentirme culpable de haber comido o cenado y empezaba a temer el resto de las fechas de celebración de fin de año. Porque yo era la gorda más gorda. Y escuchaba cómo todo el mundo le decía cosas bellas a quienes eran delgadas, incluso a mí cuando bajaba un poco de peso, me echaban muchas flores, me sentía más querida, como si hubiese mejorado mi estatus entre familiares y amistades.

Yo también hablé de las dietas que había hecho o del ejercicio… pero también de la enfermedad. Porque la última vez que bajé mucho de peso, estaba enferma. Y a toda la gente le parecía que yo me veía excelente, pero yo me sentía muy mal. Tenía una infección en los riñones severa, y el dolor hacía que no pudiera comer bien, así que en pocos meses perdí mucho peso. Creo que ahí me di cuenta que a nadie le importa realmente nuestra salud, ¿ya saben?, ese discurso de “es que hay que estar delgada porque es más saludable”. Cuando yo le mencionaba a alguien la razón por la cual estaba menos gorda (porque no es que realmente haya estado delgada), solamente miraban a los lados de manera incómoda. El que entonces era mi ginecólogo incluso llegó a decirme: “Pero te ves muy bien” (obvio no volví jamás con él).

Te ves muy bien”. Sólo es eso, cumplir con serle agradable a la vista a otres, que no les incomodemos ni les estorbemos. Aprendí en ese momento que a la única a la que le tenía que importar o no importar cuánto pesaba era a mí. Porque para lxs demás este asunto se vuelve tan superficial como si el florero se ve bonito sobre la mesa o no. Y yo no soy un florero ni estoy para alegrarle la vista a nadie más que a mí misma.

De todas formas, estas fechas son complicadas. Usualmente estoy rodeada por amigas feministas y puedo hablar con ellas sobre el tema o sentarme al placer de comer y reírme sin tener que preocuparme sobre alguien que de pronto diga “ay, es que qué horror ser gorda”. Esto no pasa a fin de año, porque siempre hay reuniones con gente conocida o extraña que van a tener una opinión al respecto… Así que me deprimo un poco, a veces, y observo y siento mi cuerpa, me siento de nuevo como cuando tenía 12 años y escuchaba a mis tíos y reírse de “los gordos”.

La cosa es que ya no tengo 12 años y eso también lo entiendo. Afortunadamente hoy puedo pararme de la mesa sin que me importe que piensen que soy “grosera” y puedo ponerme a hacer lo que se me dé la gana. Esto es un privilegio, porque supongo que hay quienes tienen que lidiar con familiares molestos casi a fuerza. Yo no entro ya en debate con esas personas, porque no tiene caso, me parece que regalo análisis que me han costado trabajo, que a donde estoy no llegué por arte de magia, pero sí quiero escribir al respecto para quienes sí puede llegar a ser significativo.

También me parece que, si hay niñas pequeñas y, aún más, si hay niñas gordas, es importante recalcarles lo valiosas que son, recordarles que nada ni nadie las determina y que mucho de lo que la gente a su alrededor dice, nace de la ignorancia, pero que no tienen por qué tolerarles. Que no deben comer con culpa, que si de algo sirven estas fechas, es para divertirse y relajarse. Que tienen derecho al placer y a la felicidad.

Yo ya me cansé de sentirme mal y hacerme daño con pensamientos negativos. Lucho muy conscientemente contra el odio socialmente aprendido hacia mí misma, lo cambio por un montón de amor propio, por un montón de risas, por disfrutar toda mi redondez y mi cadencia. Me niego a que me arruinen mi fin de año o que quieran determinar cómo voy a iniciar el siguiente. Yo no soy el chiste de nadie, ni soy la futura consumidora de píldoras para adelgazar de alguien más ni voy a llorar frente a una balanza cuando vea mi peso.

Me niego, porque eso también es una estrategia para mantenerme dócil, para hacer que mi gran cuerpa se amolde a algo que no es. Y a mí eso no me interesa. ¡Vivan nuestras carnes, viva el amor propio y viva la rebeldía!

5 thoughts on “[Opinión] Ser gorda en las fiestas decembrinas

  1. Gracias yo horita me siento asi y enante me levante con mi esposo y estabamos jugando pues y xomo que se le slio o lo quoso decir nose pero me dijo gorda mamerta y me sebti muy mal y orita me senti u poco mejor nose que dicen de este comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Crítica