Denuncia

Mi historia de violencia en Fundación Comunitaria Malinalco A.C.

Por Anónima

Hace poco más de un año, experimenté en carne propia la vulnerabilidad de ser mujer en un sistema patriarcal, racista y clasista. Es muy probable que en realidad lleve 31 años (lo que llevo de vida) viviéndola de alguna u otra manera, sin embargo, hasta ese momento, nunca antes me había sentido tan vulnerable como en aquella ocasión.

Ocurrió en una organización de la sociedad civil en la cual yo me encontraba laborando como Directora General (de finales de 2020 a mediados de 2022), una fundación “comunitaria” ubicada en el pueblo mágico de Malinalco, Estado de México.

¿El motivo? Haber denunciado la ola de machismo, clasismo y racismo que la organización estaba experimentando por parte de su mismo Consejo Directivo a cargo de Pedro Carlos Álvarez Icaza Longoria, quien fuera Coordinador General en la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO); Julio Javier Copo Terrés, abogado y profesor de la Universidad Iberoamericana, además de ser Consejero de organizaciones de la sociedad civil como CEMEFI, Hispanics in Philanthropy, Reinserta A.C. y Applesseed México; Andrés Agustín Aguilar Larrondo, fundador de Risaterapia, A.C. y artista escénico; Remi Henri Etienne Berthelemot, Cónsul honorario de Francia en la Ciudad de Cartagena, Colombia; Valeria González Guajardo, Consejera de organizaciones como Fundación Comunitaria Oaxaca y miembro de una de las familias con las empresas más grandes del país Kimberly-Clark; Alejandro Bravo Zamacona y José Fernando Vigil Herrera, ambos Arquitectos con proyectos importantes en Malinalco, Estado de México y éste último también profesor de la Universidad Iberoamericana (6 hombres y 1 mujer).

Confieso que el proceso que me ha llevado a este punto de reflexión y denuncia no ha sido nada fácil. A las víctimas de violencia machista nos toma mucho tiempo trabajar en resolver la agresión de la que fuimos objeto, comenzado por el reconocimiento de las diferentes violencias vividas y el subsecuente entendimiento de que NO ES NORMAL que ese grupo de personas llamado “Consejo Directivo” generen un ambiente laboral hostil, lleno de gritos, desprecios y ofensas; NO ES NORMAL que a las mujeres nos tachen de locas y de exageradas; NO ES NORMAL que constantemente hayan cuestionado nuestro conocimiento e intentaran “iluminar” nuestro discurso con su “sabiduría”; NO ES NORMAL la interrupción innecesaria de nuestra palabra para que ellos puedan hablar; NO ES NORMAL que se lleven los créditos de nuestras iniciativas y trabajo; NO ES NORMAL que, a raíz de su violencia, me diagnosticaran trastorno depresivo y de ansiedad que me obligaron a tratarme medicamente y con el que aún sigo; NO ES NORMAL que durante años, hayan llevado a personas externas a Malinalco a hacerse cargo de una organización que promueve el “desarrollo comunitario y local”; y NO ES NORMAL que constantemente hayan tratado con desprecio y arrogancia a la gente de un pueblo que históricamente ha sido despojado por personas privilegiadas, quienes han usado a Malinalco como sitio de “descanso”, “diversión” y “deshago” de la vida citadina.

Al principio, he de confesar que me negué a aceptar la idea de que lo que estaba viviendo era violencia, porque: ¿cómo era posible que una feminista como yo no se hubiera dado cuenta de las mil y una actitudes machistas que estaba presenciando, y peor aún, que las haya normalizado a tal punto que ya llevaba más de un año soportándolas? Durante mucho tiempo me culpabilicé por no haber frenado desde el momento uno a aquel hombre que me gritó en plena junta la primera vez, a aquél otro que ninguneó el trabajo con las comunidades, a aquel hombre que le pedía a una de las mujeres de mi Equipo, quien llevaba toda una vida trabajando para la Fundación, a que se dirigiera a él de “usted”, y a aquel otro hombre que se apropió de las ideas que con tanto esfuerzo habían hecho las compañeras del Equipo. Si yo, como directora al frente de una organización, le exigía al Equipo que estaba lidereando que el trabajo se llevara a cabo con una perspectiva de género, cultural y social, en el marco de los derechos humanos de carácter transversal: ¿por qué no le exigía (exigíamos) lo mismo al Consejo Directivo, máximo órgano de la institución?

Todo esto me llevó a reflexionar profundamente la situación y, junto con mi Equipo, a problematizar la realidad que estábamos viviendo en el contexto de la Fundación, ya que había varias situaciones, desde nuestro punto de vista, preocupantes, entre ellas:

  • El constante asistencialismo que personas ajenas a la comunidad querían hacer dentro del pueblo, quizás como una muestra de reivindicación por llegar a ocupar un territorio que no era el suyo. Sin embargo, esto modificaba las dinámicas sociales y culturales del pueblo. Al interior de la organización, lo anterior se traducía en que, desde el origen de la Fundación hace 16 años, personas ajenas a la comunidad de Malinalco, con apellidos rimbombantes que ni siquiera podíamos pronunciar, habían estado al frente de la Fundación. Es decir, no había gente local en la toma de decisiones, por lo que los proyectos de “desarrollo comunitario” se estaban haciendo bajo la visión de la gente de “afuera”.
  • De unos 3 años para entonces, apenas se estaban incorporando profesionistas del pueblo al Equipo Operativo, y la relación entre el Consejo Directivo distaba mucho de la visión local que estaba aportando el Equipo Operativo a la Fundación. El Consejo Directivo: la mayoría hombres de mayor edad, blancos, externos a la localidad, con posiciones económicas, sociales y políticas privilegiadas. El Equipo Operativo de la Fundación: la mayoría mujeres, jóvenes, racializadas, originarias de la localidad, de clase media-baja y pertenecientes a familias que, por años, habían servido a las familias de los que llegaban de “afuera”, es decir, dentro de la Organización había dos realidades completamente distintas.
  • A pesar de que la Fundación estaba controlada por personas con poder adquisitivo en el país, no tenía recursos financieros para operar, lo que vulneraba la situación laboral de las y los trabajadores al interior de la Organización.
  • Históricamente el principal donante de la Fundación era y había sido una organización internacional, la cual respondía a los intereses de la Casa Blanca en Estados Unidos de América.
  • A pesar de que como “Fundación Comunitaria” se tenía la supuesta característica de generar procesos de trabajo y tomas de decisiones de manera horizontal, en la práctica dentro de la Organización había estructuras verticales y de élite muy marcadas que hacían difícil el trabajo de desarrollo comunitario.
  • Históricamente la Organización inició con un gran número de mujeres fundadoras, las cuales, en su momento, fueron Presidentas y Directoras; sin embargo, con el paso del tiempo su órgano de gobernanza sutilmente fue desplazando a las mujeres, por lo que a la fecha, el Consejo Directivo cuenta con 7 personas, 6 de ellos hombres y sólo 1 mujer.

Debido a toda la situación antes mencionada, como trabajadores y mujeres de la Organización, decidimos elaborar una carta honesta dirigida al Consejo Directivo de la misma, en la cual plasmamos las preocupaciones y situaciones percibidas respecto al contexto de la Fundación frente a Malinalco, así como el reto de trabajar con perceptiva de género, comunitaria e intercultural desde el órgano de gobernanza de la Fundación que, de no atenderse, podían convertirse en retos y problemas mayores.

En el sentir colectivo del Equipo de la Fundación, sobre todo de las mujeres, había la sensación de marcar un nuevo comienzo en la historia de la Organización: contar con una Fundación más plural, real y de cara al momento histórico que la lucha de las mujeres había generado para crear espacios de denuncia, diálogo y reflexión. De hecho, esa carta fue enviada en el contexto del 8 de marzo “Día Internacional de las Mujeres”.

¿Cuál fue la respuesta del Consejo Directivo de la Fundación? Uno de ellos negó la violencia machista hacia las mujeres de la organización, pues argumentó que él daba talleres de masculinidades en su vida cotidiana y que nuestras denuncias eran imposibles. Ese mismo personaje también negó su falta de perspectiva comunitaria e intercultural, pues argumentó que su jardinero y su cocinera, a quienes veía cada vez que visitaba su casa de campo, lo invitaban a las fiestas de sus comunidades. Otro de ellos aceptó que a mí y a otras mujeres se nos había violentado y tratado mal, por eso, nos pidió “disculpas” (que considero fue una hipocresía), pues dentro de sus justificaciones estaban que él también había recibido agresiones por ser hombre, que era padre de hijas, hijo de padre ausente y que siempre había trabajado con mujeres. Además, a mí particularmente me pidió que lo educara en temas de “feminismo” pues tenía todo el interés de “deconstruirse”. A la par que me decía esto, me insinúo que renunciara, ya que a su parecer profesionalmente era mejor visto una renuncia que un despido (aunque la retribución económica fuera menor).

Debido al desinterés del Consejo Directivo por la Fundación que tenían a su cargo, así como al apoyo que yo tenía del Equipo Operativo de la Organización, continúe operando por otros meses más. Sin embargo, lo anterior vino acompañado de una serie de amenazas y amedrentaciones a mi persona y al Equipo Operativo, que culminó en mi despido injustificado y muy violento, probablemente como un acto ejemplar de lo que les podía suceder al resto del Equipo si continuaban con lo que habíamos decidió comenzar en colectivo.

El Consejo Directivo de la Fundación contrató a una abogada llamada Alix Airam Trimmer Espinosa del despacho ‘Ferrán Martínez Abogados’, que en redes sociales se describe como “Abogada feminista especialista en derecho laboral, género, diversidad e inclusión”. ¿Alguien puede concebir cómo es que una persona con semejante descripción pueda intentar sacar por la fuerza y de manera muy violenta de unas oficinas, sin ningún aviso de despido oficial, poder legal o determinación clara al respecto, sin ninguna indemnización, ni respeto a los derechos laborales, a otra mujer a la que el puesto de Directora le costó su salud, su estabilidad emocional e incluso su seguridad? Yo no.

La situación fue tan violenta que incluso la abogada, junto con el contador de la organización, Luis Alberto Carmona, cometieron delito de sustracción de equipo, privándome de medios de comunicación. Posteriormente, la abogada junto con su padre, el abogado penalista Alejandro Trimmer Siliceo, me fincaron falsos delitos.

Si bien dentro del movimiento que habíamos decidido iniciar como Equipo Operativo de la Fundación Comunitaria Malinalco, yo estaba consciente de que a la primera persona que iban a castigar era a mí por “mover el avispero”, francamente nunca imaginé que el desenlace de la historia (que en realidad era el inicio) fuera a desembocar en ministerios públicos, denuncias y demandas que terminaron por criminalizarme.

Además de la violencia sistémica y sistemática que estaba recibiendo, en aquel momento hubo dos cosas que me dolieron todavía más. Primero, que el Equipo Operativo por los cuales antepuse mi puesto, seguridad e integridad (especialmente las mujeres), hayan decidido doblegarse ante un Consejo Directivo machista, racista y clasista. Ellas y ellos terminaron por darme la espalda y asumir que nuestra lucha recién iniciada había sido un error. Lo segundo que me marcó fue haber vivido la misma violencia que estaba denunciando, por parte de otra mujer (la abogada) aparentemente “feminista y defensora de derechos humanos” sólo porque tenía instrucciones de sus clientes (un grupo de hombres) de sacarme a como diera lugar de mi puesto de trabajo. En mi imaginario de lo colectivo y social, no había cabida para tal cuadro surreal.

A partir de mi experiencia vivida, adquirí con fuerza la conciencia sobre la política patriarcal y colonialista, y que sin el feminismo del cual me pronuncio, difícilmente hubiera podido conseguir estrategias de resistencia para hacer frente a la opresión que continúo viviendo, porque desafortunadamente la sociedad está organizada no sólo para castigar a las mujeres, sino también para proteger a los hombres que castigan a las mujeres.

Cuando se agotan (y nos agotan) las instancias para atender y resolver un problema que no es exclusivo de una Organización, sino de toda una sociedad y de un sistema, es la denuncia la que nos lleva al momento de reflexión y de digna rabia para señalar la ausencia de justicia y la presencia excesiva de la normalización de la violencia.

Cuando las mujeres denunciamos la violencia que vivimos, no lo hacemos porque se trate de nosotras per se, sino porque no queremos que lo que hemos vivido le pase a las demás. Si esto nos sucede a mujeres que contamos con ciertos privilegios que nos permiten navegar por el mundo, ¿qué no le puede pasar al resto? Los agresores y violentadores repiten sistémicamente sus acciones una y otra vez con muchas otras mujeres más. Hay mujeres que están siendo oprimidas y violentadas en la Fundación Comunitaria Malinalco (actual e históricamente). Y, por tanto, es necesario que se hablé y ejerzan acciones en concreto en contra de estos eventos.

Violentadores como el Consejo Directivo de la Fundación Comunitaria Malinalco y la abogada “pseudofeminista” que los representa, podrían aportar muchísimo si en primera instancia asumen su responsabilidad como violentadores/as en una situación que pudo haberse resuelto de forma madura y respetando mi persona y todo el trabajo que hice por la Organización.

Actualmente enfrento un proceso legal en contra de la Fundación Comunitaria Malinalco y sus asociados para defender mis derechos laborales, esperando que mi caso se atienda con perspectiva de género. Sin embargo, consciente de que tristemente el sistema de impartición de justicia en México también se sostiene sobre una base patriarcal, hago esta denuncia pública esperando que invite a reflexionar, pero sobre todo a actuar, para que a ninguna otra mujer le suceda lo que a mí me sucedió, mucho menos a aquellas que en la matriz de dominación social se encuentran más vulnerables por motivos no sólo de género, sino también de raza y clase, como es el caso de las compañeras que forman o formaron parte del Equipo Operativo de la Fundación Comunitaria Malinalco.

Es triste que, a la fecha, la Fundación Comunitaria Malinalco no ha transformado ni siquiera su órgano de gobernanza para incluir a más mujeres y personas de la comunidad de Malinalco, hay una cerrazón al cambio y no se han creado los protocolos de actuación mínimos para evitar que se repita y perpetue la violencia que tanto yo, como otras mujeres que siguen trabajando ahí vivimos. Lo más grave es que a la distancia, el Consejo Directivo de la Fundación Comunitaria Malinalco me sigue violentando, ya que por sí mismo tener un proceso penal y laboral abiertos sin resolver y sin intención mínima de conciliar, es que la violencia que viví no ha concluido.

3 thoughts on “Mi historia de violencia en Fundación Comunitaria Malinalco A.C.

  1. La gente que tiene poder y que quiere seguir teniendo el poder, no acepta la crítica constructiva ni mucho menos que le enseñes valores que carecieron en su familia o entorno donde se desarrollaron, ellos solo quieren su visión y opinión sin preocuparse de los demás. El levantar la voz tiene que ser necesario ante la injusticia y la difamación.
    No te rindas, y solo se queda la preocupación de los pobladores de Malinalco porque al final ellos no tienen la culpa de estos individuos que quieren manejar las cosas desde su perspectiva.

  2. Toda nuestra solidaridad compañera. Hace algunos año supe de un caso de un@s compañer@s que ganaron un proyecto en Fundación Comunitaria Malinalco durante la dirección de Oscar Plens, ganaron un proyecto para apoyar la construcción de un pequeño foro al aire libre para hacer teatro, el apoyo fue muy pequeño, pero ayudó a l@s compañer@s; sin embrago, después la fundación exigió que se entregará más de lo que se había podido construir y hacer con el apoyo recibido, y por la mala capacidad de solución de la fundación y su consejo, la historia escaló a una situación casi de terror, en que la fundación empezó a hostigar y demandar a l@s compañeros para que regresaran un recurso que ya se había utilizado.

    Se supone que una fundación es para ayudar, no para generar problemas, a partir de ahí dejamos de postular a sus convocatorias

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La Crítica