Entrevista

Leticia Armijo: una vida de música y feminismo

Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa

Descubrir la historia de las mujeres en la música es como conocer la cara de la luna que, por la rotación del satélite, la Tierra no alcanza a ver. Las mujeres han compuesto música desde hace cuatro mil años, en tierra cocida. No saberlo es perder la riqueza de la mitad de la humanidad.   

Así definió en entrevista con La Crítica la compositora, gestora cultural y musicóloga mexicana, Leticia Armijo Torres, los hallazgos de al menos 30 años de estudio del papel de las mujeres en la historia de la música de México y el mundo. Es fundadora y directora del Colectivo Mujeres en la Música A.C, que otorga galardones (con nombres de deidades prehispánicas) a mujeres que participan en la cultura y otros ámbitos.

Leticia Armijo también es autora de la sinfonía OIKABETH (Movimiento de mujeres guerreras que abren caminos y esparcen flores, por su traducción del maya). Esta composición está basada en el movimiento de lesbianas en México de los años 70′, del que ella formó parte. 

Fotografía de Úrsula Moncayo

Antes de empezar a hablar, yo ya cantaba

Leticia tenía cuatro años de edad cuando se descubrió música. Heredó eso de su mamá y su abuela, que tocaban varios instrumentos y cantaban música mexicana. Su abuelo materno era un campesino que tocaba el violín y su papá, médico de profesión, tocaba la guitarra. Era la década de los 60’ en México y las canciones de mariachi y son hicieron sinergia en una casa melómana.

“Soy música de tercera generación. Antes de empezar a hablar, yo ya cantaba. Desde chiquita me compraron un acordeón chiquito; tocaba la guitarra y cualquier instrumento que me pusieran enfrente. Mi papá se dio cuenta del talento que yo tenía y siempre me apoyó”, recordó. 

También muy pronto, en la adolescencia, Leticia se encontró con la que sería la segunda de sus vocaciones: la lucha de las mujeres. “Me di cuenta que existía una violencia a la que los mexicanos estábamos acostumbrados. Cuando mi mamá nos llevaba al ballet pasábamos por un lugar que se llamaba el llano. La gente nunca pasaba por ahí porque encontraron a una mujer descuartizada envuelta en periódicos. Un niño pateó una bola que creyó que era de fútbol y resultó ser la cabeza de la decapitada. Yo crecí en esa violencia donde en la colonia que le decían El Hoyo descuartizaban a las mujeres en una caja y ahí las dejaban”. 

La adolescencia de Leticia está marcada por lo que configuraba desde entonces la cultura mexicana: música nacionalista y una serie de escenas de violencia machista. Con esa consciencia, Leticia abandonó en plena juventud el movimiento comunista, entonces clandestino, del que su padre era fiel militante, y se unió al movimiento de mujeres. 

“Nos dimos cuenta de que dentro del partido comunista había machismo y discriminación para lesbianas y homosexuales. Fue ahí donde yo me di cuenta de que el machismo y el feminismo no cabían dentro de la izquierda y preferí militar en los grupos autónomos de mujeres de los años 70’”, recordó. Fueron años agridulces para Leticia, quien desde chica se supo lesbiana: “Habrá sido en 1982 cuando fuimos a la calle con antorchas por primera vez. También hacíamos mítines el 10 de mayo, el 8 de marzo, pero éramos 50, 100 mujeres, con miles de policías rodeándonos. También estuve en la primera marcha del orgullo homosexual, entonces fue muy difícil y ahora esas marchas son multitudinarias. Nos tildaban de locas, pero también me decían que qué valiente era de lanzarme a las calles”.

En las noches me imaginaba música

Leticia es la única compositora mexicana que se asume feminista en el ámbito de la música de concierto y una de las pioneras de los estudios de género en la música. En la década de los 80’ ingresó al Conversatorio Nacional de Música para iniciar sus estudios formales. 

“Cuando una escoge una carrera como la música la escoge por vocación, porque no puedes vivir sin hacerlo. Es una cuestión de vida. Yo en las noches me imaginaba música. Tocaba la guitarra, cantaba, interpretaba música tradicional mexicana. Es algo que no te deja dormir”, recordó. Aunque estaba convencida de su vocación, la joven estuvo cerca de ser científica, un gusto que más tarde convirtió en notas musicales. Con estudios de musicología sistemática y musicoterapia científica creó una colección de discos compactos para tratar enfermedades frecuentes.

El Conservatorio, primera escuela de su tipo en la que una mujer podría obtener un título profesional en México, fue para Leticia otro choque de realidad. “No, ¿ya para qué te enseño si tú ya te vas a casar?. Las mujeres no saben componer, lo único que saben es cocinar y tienen bonitas nalgas”, le decían los profesores a Leticia, quien encontró en ese desprecio un nuevo deseo profesional: crear música inspirada en la lucha de las mujeres. 

 OIKABETH, cuando las mujeres van juntas

“A mí me marcó mucho haber sido militante del grupo autónomo OIKABETH, un grupo autónomo de mujeres lesbianas feministas que se reunía en mi casa porque no tenían casa. A muchas las corrían, algunas feministas de otra clase social nos veían como las rascuaches, las pobres, éramos huérfanas, algunas incluso intentaron suicidarse. Mi casa se convirtió en un punto de reunión en donde entretejimos todo lo que fue el movimiento feminista de esos años, fuimos punta de lanza del movimiento feminista”, relató Leticia. 

OIKABETH fue el primer movimiento lésbico feminista en México. Estaba integrado por activistas y artistas de diferente corriente. Ellas repartían volantes, hacían música para las protestas y presentaban obras para las protestas feministas, pero eran discriminadas. “Bueno, nosotras somos artistas que merecemos un lugar digno, a mí no me interesa ir a las calles como el bufoncito de las fiestas de las marchas, yo quiero ir a conquistar los grandes espacios, como es el palacio de Bellas Artes, y ahí se va a tocar mi música porque tenemos calidad como artistas y como seres humanos”, pensó Leticia desde que era una joven activista, aún “con las manos pintadas” por las pancartas. 

Fue varios años después, con conocimiento especializados de música y de feminismo cuando Leticia supo exactamente qué elementos quería transformar de la composición musical masculina. Así compuso una sinfonía dedicada e inspirada en las compañeras de sus años de activismo. Leticia creó una sinfonía con tres temas que no se peleaban entre sí, como las estructuras de las creaciones masculinas, sino que se entrelazaban. Esta sinfonía recibió el Premio Nacional de Música, con el que se elaboró. 

Leticia describió cada parte de la sinfonía así: “Cuando íbamos a las marchas detrás de nosotras había trailers tocándonos el claxon, enfrente había policías armados, patrullas. Nosotras íbamos muriéndonos de miedo. Una de nosotras que le decían La Mayuca nos decía `no se preocupen, yo traigo un arma´ y le decíamos ´mira toda la policía que hay’. Muchas veces las llevaron a la delegación. Ese sentimiento que te estoy describiendo es el sentimiento del primer momento de OIKABETH (la sinfonía)”.

“En la segunda parte es la sensación de una relación amorosa que no termina bien, es un amor que no termina de darse, como todos los amores, como todos los primeros amores que terminan finalmente con una ruptura”.

“En la tercera parte de esta sinfonía hay una energía interna que hace que sigas adelante aunque tengas un truene, aunque tengas una situación adversa. Es el sentimiento de que tienes que seguir con tu lucha y con la lucha del movimiento feminista. Esa es la estructura de OIKABETH. La mayoría (de las mujeres de ese movimiento) está viva, todavía estamos vivas”, enfatizó.

Leticia Armijo en una marcha en 1982, Fotografía de Úrsula Moncayo

Música para el feminismo

Leticia ha estudiado la “musicología de guerrilla”, un concepto desarrollado por otras pensadoras feministas de la década de los 60’. Se refiere a los estudios musicales cuyo objetivo es contrarrestar las opiniones que buscan quitarle valor musical a las obras de las mujeres con argumentos que en nada se relacionan con la calidad de la obra, sino con concepciones misóginas. La musicología de guerrilla es lo que se ha llamado la historia compensatoria: escribimos la historia de las mujeres que no han sido nombradas, explicó. 

De acuerdo con Leticia, desde los términos hasta en la estructura de la música se refleja el machismo. Por ejemplo, cuando un motivo musical es fuerte se considera masculino, pero si es inacabado es femenino; también hay instrumentos que las mujeres pueden tocar, como el arpa, pero la dirección de orquesta y la composición se piensa que son carreras para hombres. “Si abres los libros, no encuentras la referencia de las obras de las mujeres, éstas empiezan a aparecer a partir de los años 90’ en la literatura y eso ha sido por la luchas feministas y en concreto me refiero a musicología de guerrilla”, denunció. 

Este análisis consta en sus investigaciones y compilaciones sobre la historia de las mujeres; dos de ellas son Desde donde late la tierra…Canciones en lenguas indígenas de México y Graciela Agudelo: una compositora del siglo XXI. Ésta última es su tesis doctoral, que obtuvo el máximo reconocimiento de la Universidad Autónoma de Madrid, en España.  Asimismo, OIKABETH fue galardonada por el Premio SACM de Composición Sinfónica, otorgado por la Sociedad de Autores y Compositores de México, en conmemoración de los 25 años de Música de Concierto.

En más de 30 años de trayectoria, el mayor hallazgo para Leticia, aseguró, fue saber que existe música compuesta por mujeres desde hace cuatro mil años, como los hallazgos en tablas de terracota que datan de esa época demuestran. También halló en México música prehispánica hecha por mujeres y música escrita por monjas del periodo virreinal. 

Leticia asegura que el camino en la investigación de las músicas aún es largo. “Tenemos que indagar en los archivos y encontrar esa partituras. Hay algunas que existen, hay otras que no. Ni siquiera hemos encontrado, por ejemplo, el libro que hizo la monja Jerónima Sor Juana Inés de la Cruz”. De acuerdo con Leticia, la también poeta tenía en su habitación muchos instrumentos musicales e incluso ganó un concurso de villancicos que luego fueron musicalizados por grandes músicos de la época. Según la historia, Juana Inés de la Cruz también escribió, a petición de la condesa, un manual de música que ahora está perdido. 

“Incluso en el periodo contemporáneo hay muchas compositoras cuyas obras no se escuchan, cuyas obras no están documentadas y que hay que rescatar. Yo tengo un archivo muy grande de obras de compositoras para hacer un poco de justicia. Los hallazgos son que realmente es como si nos hubiéramos perdido de la riqueza de la mitad de la humanidad, es como la luna. Alguna vez yo platiqué con Graciela Hierro (filósofa feminista) y me dijo que cuando vemos la obra de las mujeres es como la luna, como si siempre hubiéramos visto nada más un lado. Imagínate si se viéramos todo el lado de atrás que no conocemos. Ha pasado eso con las mujeres en la música”, expresó.

Leticia ha sido víctima de la misma injusticia histórica que ha documentado. Su posicionamiento como lesbiana y feminista derivó en un acoso laboral de 21 años dentro de la Facultad de Música de la UNAM, donde trabajaba. Luego se le negó la renovación de su contrato y actualmente pelea la restitución de sus derechos. No ha sido la única vez que ha tenido que enfrentar la censura, incluso por parte del Estado mexicano que en 2006 le impidió presentar una exposición en Cuba. También ha recibido críticas por hacer conciertos especiales de y para mujeres. Asimismo, Leticia fue despedida del Conservatorio Nacional de Música por denunciar a un director de orquesta que acosó sexualmente a sus alumnas

Bajo el espíritu de reescribir la historia de la música, Leticia fundó en 1994 junto con otras el Colectivo Mujeres en la Música. En él, las músicas “hemos dado una batalla que ha sido en muchos frentes culturales, en donde hemos tratado de conquistar los derechos de las mujeres”. Gracias a ellas se logró que Gabriela Díaz Alatriste fuera la primera directora artística de una orquesta del Instituto Politécnico Nacional; con ella se consiguió hacer conciertos para conmemorar el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. 

Su colectivo también organiza encuentros internacionales de músicas y el premio Coatlicue, para reconocer la labor de las mujeres en el arte y en la ciencia que no han recibido ningún reconocimiento. Este premio ya se entrega también en Chile, pero con otro nombre que honra la cultura chilena, y en Cuba. “Cuando veo que esta semilla que florece en marzo con todas la bugambilias empieza a florecer en otros países, y cuando veo estas marchas multitudinarias a las que todas se suman, pienso que finalmente no estaba loca. Es cuando siento un inmenso placer y me doy cuenta de que yo ya hubiera escrito otras 50 obras más”. 

Para Leticia hacer música es una forma de lucha dentro del feminismo. “Cuando nacemos, lo primero que hacemos es cantar. La música es una forma expresiva que siempre va por delante del pensamiento humano. Como son vibraciones, nos sirve para transformar también nuestro entorno. Hay miles de músicas representativas de eso. ¿Ves este performance de este grupo chileno de el violador eres tú? Tú puedes fabricar mil panfletos, pero a veces con tres palabras y una coreografía realmente puedes transformar una sociedad. Creo yo que muchos movimientos sociales han sido representados por música. La música ha sido parteaguas de la transformación de la humanidad”, reconoció. 

Leticia considera que la sociedad debe pelear para que la música y las artes formen parte de los programas curriculares a nivel básico y medio superior. En otros países, pone como ejemplo, se estudian cuatro horas a la semana de música y cuatro horas de matemáticas porque la música ayuda a desarrollar los dos lóbulos cerebrales, la cognición musical, la coordinación psicomotriz y las relaciones humanas. En el caso de las mujeres, Leticia destacó la importancia de estudiar música clásica de concierto y ser directora de orquesta. 

“Si nosotros hiciéramos más música, más arte en las aulas, definitivamente tendríamos una sociedad distinta. Ojo, no nos gustaría dejárselo a TV Azteca, darle la lanita o darle el permiso para que cree orquestas que difunden una ideología contraria a la transformación social”, dijo Leticia, quien considera que México tiene que reconocer a las mujeres artistas y pagarlos lo justo para que vivan dignamente. 

Con 58 años de edad, Leticia aún tiene muchos planes futuros que próximamente revelará, pero en todos ellos algo es seguro y es que sus proyectos son con y para otras. «La música una arte para el que se requiere un oficio y se requiere de esta sutileza de saber ponerte en los zapatos de la persona que está enfrente de ti para caminar en armonía como las parvadas de los pájaros, que no reconocen ni cómo pero todas van juntas. Y así es como a mí me gusta ir: colectivamente y conquistando todo”, cerró.

Leticia Armijo en una marcha en 1982, Fotografía de Úrsula Moncayo

  

 

2 thoughts on “Leticia Armijo: una vida de música y feminismo

  1. Sin duda una gran mujer que ha dejado y sigue dejando un legado en nuestro país. Toda mi admiración y cariño a una artista que da la vida por la justicia, el arte y la igualdad. Maravilloso artículo y entrevista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Crítica