Feminismo

Difamación y violencia patriarcal entre nosotras

Por Kena Kein Sandoval Carbajal

En los procesos colectivos lésbicos o en grupos feministas, solía pensar que era casi imposible saber cuando una mujer estaba mintiendo, sostenía el «casi» porque eso representaba para mí –y aún lo hace– entender que la única oportunidad para saber que una de nosotras está mintiendo es por medio del sentir, pero me preocupaba –y aún me preocupa– que el sentir es una «denuncia» o un «testimonio» no válido aún a estas alturas en el feminismo.

El sentir se escucha en algunos rincones feministas, pero temo que en la mayoría de casos es romantizado o idealizado, por lo que sigue siendo invalidado. Se les tacha de “locas” a quienes confían en su sentir e incluso se deslegitima su denuncia verbal si aciertan a señalar a las mujeres que mienten dentro de las colectividades, espacios, redes o grupos nombrados desde el feminismo, ni hablar en espacios no feministas.

Hablar del sentir es un “algo complejo” todavía para esta reflexión. Requeriría otro texto, otras emociones y otros tiempos solo enfocados a mencionar el papel del sentir en el feminismo.

Mi inquietud en escribir hoy es responderme: ¿Cómo podemos identificar cuando una mujer está mintiéndole a las otras? Antes de comenzar a narrar, quiero especificar que parto aquí desde mi opinión, mi historia y desde mis sentires/pensamientos/experiencias, mi cuerpa es mi referencia.

Específicamente en una denuncia pública (difamación) contra una mujer con quien se tuvo un vínculo: ¿Cómo se podría identificar un testimonio que está basado en mentiras y no en realidades?

Para empezar, creo muy necesario decir que en un caso de una denuncia entre mujeres habría que contextualizarnos primero, porque la denuncia es histórica, y con esto me refiero a “corporal”, cada cuerpa está conectada a otras historias y conforma una sola en el patriarcado (la historia de la resistencia de las mujeres) y a la vez cada una tiene su propia historia corporal en lo individual. En esa historia corporal se activan: a) las intenciones patriarcales (estas aportan al patriarcado) o b)  los mensajes de mujeres (estas aportan a la lesbiandad, al amor entre mujeres) [estos conceptos no son de mi autoría, son nombrados y llevados a los espacios reflexivos por la colectiva lesbofeminista Vulveidad].

Dicho esto, dimensionándolo en un escenario de las relaciones, en la violencia entre parejas lesbianas, cuando una mujer acciona desde la intención patriarcal, y se convierte –en el presente– en la «violentadora», la violencia que ella genera no terminará cuando la afectada lo decida. Aun cuando la afectada se separe de esa relación lésbica donde está siendo agredida, la que está agrediendo continuará hasta que ella misma —quien violenta— quiera y pueda detenerse. Porque la violencia contra las mujeres, en cualquier situación o gravedad se presente, será respaldada por la sociedad, no importa cómo o por quiénes, siempre habrá quien y quienes respalden la violencia contra las mujeres porque vivimos en una sociedad, macro, gigante, cuyo objetivo y meta es explotar mujeres, usar mujeres y violentar mujeres, hablamos del sistema patriarcal mundial.

Entonces, la mujer afectada podrá dejar esa relación e intentar huir, pero la violentadora irá detrás, asechando a su víctima. Quizá suena esto algo dramático, incluso para mí escribirlo lo es, porque todas al reconocernos feministas entendemos que los hombres son quienes crearon el patriarcado y son ellos quienes se benefician de esto, no podemos hablar en una misma línea o canal la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres en comparación con la violencia que ejercen las mujeres con otras mujeres, para nada se compara. Pero ahora que estamos aquí, queriendo generar una crítica en nuestros espacios lésbicos, necesitamos nombrar como violencia lo que entre nosotras hacemos y hacerle cara o también huir, defendernos y denunciar, no con el respaldo patriarcal, como sí con el respaldo de las mujeres cercanas. Si tenemos ahora una crítica a la heterosexualidad obligatoria, podríamos llevarla a nuestras cuerpas e identificar lo que venimos replicando de los hombres. Pienso mucho que cuando una mujer lesbiana difama a otra como parte de su acción de violentar, parte del objetivo patriarcal de ser lesbo-odiante, cuando una lesbiana agrede a otra no solo hablamos de misoginia sino de lesbofobia.

Volviendo al tema, analizando esto, específicamente en este punto donde la violentadora es respaldada por el patriarcado al ejercer su misoginia y lesbo-odio sobre la otra, y continua violentando aun cuando se le pusieron límites de la otra parte, por lo que comienza a difamar y deslegitimar a la afectada, esta es una clave de identificación para saber que una mujer en las relaciones lésbicas está teniendo un discurso basado en mentiras, en misoginia. En las denuncias verbales y escritas (dejando de lado la denuncia corporal “del sentir”, que no es menos importante, solo no la desglosaré en este texto) se puede percibir a una violentadora y a una afectada.

La denuncia (por así decirlo, pero que en realidad son mentiras y difamación) que exponga la violentadora señalándose a sí misma como “víctima” y difamando a la afectada como “violentadora” sigue siendo, en esencia, parte de su misma violencia hacia su víctima, no es algo fuera de esto, la mujer violentadora que se está disfrazando de víctima para “denunciar” (seguir violentando) a la afectada, no está buscando que la acompañen otras mujeres, o protegerse en otras, o sanar en otras, únicamente desea –con toda la intención patriarcal en su cuerpa– continuar violentando a manera ya de acoso a la mujer con quien se relacionó en su pasado. No es que detuvo su violencia un tiempo y luego volvió o luego regresó, sigue siendo el tiempo que la violentadora está destinando a violentar porque nunca deseó detenerse, aun cuando la afectada eligiera terminar la relación, no se detiene ahí la violentadora, porque como ya escribí arriba, la mujer afectada jamás podrá detener la violencia porque no depende de ella, podrá ponerse a salvo y buscar apoyo pero no detener una acción patriarcal de la que no es responsable.

La violentadora se encargará en su denuncia (que no es denuncia sino una intención patriarcal materializada en un cúmulo de mentiras) de que la violencia a la afectada continúe, es decir, aumente, porque la violencia patriarcal «aumenta» o «empeora», no es lineal, pero sí empeora. Entonces, la violentadora en su “denuncia” no hablará sobre lo afectada que ella está, sobre cómo ha logrado seguir adelante o sobre sí misma como «afectada» (porque no tiene idea lo que es ser la afectada porque ella es la violentadora), por tanto, en ese fingir, en ese disfraz de “públicamente ser la afectada” seguirá hablando desde su intención patriarcal, de su ser temporal de “ser violentadora”, y se dirigirá a la mujer que ella afectó como «una inferior» (sin darse cuenta incluso), la tratará como un hombre nos trata, porque ella desde su inconsciente se lee a sí misma como un hombre. Al imitar a un hombre al violentar a una mujer también imita las formas que los hombres crearon para encarcelar, perseguir o aislar a las mujeres víctimas de la violencia patriarcal en las sociedades mismas patriarcales. Características o ejemplos de esto de cuando una violentadora se disfraza de víctima para difamar y violentar suele recurrir a:

-En su testimonio público, expone el nombre de la mujer (a quien violenta y planea violentar) sí o sí públicamente.

-Lo hace de la forma más pública posible, si lo público es social, y lo social es patriarcal, buscará la forma más patriarcal posible para difamar a la mujer.

-Expone la ubicación de la mujer a quien según ella (que no es así) está denunciado (está violentando), y si no tiene la ubicación o una referencia pone su link de redes sociales o su foto.

-Dirá características muy peculiares de la sujeta a quien está «difamando», dirá frases que la afectada usa, la describirá como violentadora (describiéndose así misma) pero mezclándolo con la personalidad de la afectada real para que su testimonio basado en mentiras sea creíble (manipulará con su discurso las percepciones de las mujeres que conocen a la afectada).

-Mencionará características que otras mujeres y hombres ya han acusado a la afectada anteriormente para que su difamación tenga mayor respaldo y se deslegitime la voz de la mujer afectada cuando esta intente defenderse.

-Y esconderá su “increíble” intención patriarcal (misógina, lesbo-odiante) con la mentira de que es la primera vez que expone su “sentir” y de que “nadie le cree”, cuando se ha encargado desde semanas, meses o incluso años en que le crean. Es decir, siempre le han creído, si no ya hubiera parado. Pero manipula el discurso, y repite una y otra vez que nadie le cree para poder conseguir respaldo patriarcal pero dentro del feminismo, porque en el feminismo lo que queremos es ser escuchadas, y las violentadoras lo saben, se aprovechan de la censura y la rabia colectiva y la usan para manipular a sus compañeras feministas para que estas crean sus mentiras. Muchas eligen creer mentiras pero la realidad es que otras simplemente caen.

Pienso que, por otra parte, quien dice la verdad, quien es honesta cuando sucede este tipo de situaciones colectivas o públicas en el feminismo, le seguirá apostando a accionar desde los mensajes de las mujeres, la afectada solo se defenderá, pero no difamará ni le lanzará una presa fácil al patriarcado (las lesbianas lo somos), en su defensa pública de la afectada ella seguirá cuidando del patriarcado a esta mujer que la ha dañado y lo sigue haciendo. Se sentirá la diferencia entre «denunciar» y «difamar», entre «desahogar» y «linchar» tan sólo analizando y descifrando cada parte de un discurso textual y verbal, al identificar las características patriarcales previamente mencionadas que son usadas por las mujeres que deciden imitar a los hombres y violentar a las otras.

Hablando de sentires, (por más que quiera no mencionar el sentir porque no quiero hacer más largo este escrito, creo que sería imposible deslindarlo, para mí el sentir es la herramienta más mágica y potente que resiste en nosotras). Cuando una mujer denuncia desde su honestidad corporal, lo que su texto o denuncia deja a quienes leen o escuchan suele ser tristeza, enojo, rabia, pero también en ocasiones se percibe cariño y sentires propios del cuidado colectivo, porque cuando una mujer es honesta y lo hace público invita a las otras mujeres a que le dejen atenciones, cuidados y protecciones que son propios del amor entre mujeres, cuando una afectada se defiende y da su testimonio basado en la realidad y en la honestidad, deja en las cuerpas de otras mujeres una sensación de cuidado colectivo, pero de ese que se basa en la responsabilidad y en el respeto. Por el otro lado, cuando una denuncia es mentira y es un disfraz de una intención patriarcal de una violencia intencionada, de un escrache, de un linchamiento bien intencionado hacia otra mujer, el sentir que deja en las cuerpas de quienes leen o escuchan esa difamación es rencor, ira, impulso, violencia, destrucción y descuido, ya no será una invitación colectiva a accionar por la lesbiandad, por la lucha entre mujeres, sino que la difamación invitará a la enfermedad colectiva, al deterioro, al desgaste corporal, a la desesperanza, a la confusión y al odio entre mujeres.

Cierro esto volviendo a mencionar, que la violencia que ejercen los hombres no se compara con la violencia que ejercen las mujeres, creo y estoy convencida que jamás ninguna mujer va a poder ser “más violenta” que algún hombre en este planeta, porque ellos son los superiores y nosotras las inferiores en la lógica patriarcal, ellos construyeron este sistema de opresión contra nosotras, tienen todos los recursos contra nosotras, estamos en una guerra resistiendo a ellos. Sin embargo, es muy importante al vernos como aliadas entre mujeres, como semejantes del mismo bando, como amoras, como parejas, como amigas, como hermanas, como hijas, como madres, etcétera, identificar lo que no nos hace aliadas, lo que nos está separando, pero sobre todo lo que nos está lastimando e hiriendo, y por lo tal, señalarlo y denunciarlo, pero será entonces, desde el cuidado colectivo, sobre todo desde un cuidado histórico a la vida de las mujeres.

Todas nos equivocamos, todas tenemos patriarcado, todas en algún punto temporalmente imitamos a los hombres, pero dependerá de cada una corregir y actuar desde la honestidad corporal y hacerle frente a la misoginia, confrontar esas intenciones patriarcales que están nadando en nuestras cuerpas porque no nos pertenecen, no venimos de la historia de los hombres ni nos podemos identificar desde ahí porque nuestro destino seria la destrucción de nuestras cuerpas y de nuestra existencia. Y vaya que sí, de eso venimos escapando, ¿por qué replicarlo?

 

 

 

Imagen en portada autoría de Sara Thielker

3 thoughts on “Difamación y violencia patriarcal entre nosotras

  1. El sentir es tan claro y es una lástima que se tache de algo muy subjetivo y, en ocasiones, inválido. Desde ahí una sabe porque siente qué es verdad y qué es mentira. Gracias por este texto tan esclarecedor.

  2. Gracias por el texto, Kena. Me pareció muy acertado e interesante lo que propones, tanto lo relacionado al «sentir» como la invitación a analizar la narrativa en las denuncias contra mujeras.

    Desde el año pasado me encuentro reflexionando sobre la violencia de las mujeras (empecé por la violencia de las mujeras a otras mujeras y ahora pienso en la violencia de las mujeras hacia las crías, en fin, es un tema amplio y necesario de abordar entre mujeras en espacias seguras) y coincido contiga en todo lo que mencionas, también pienso que la narrativa de una denuncia cambia según la intención que tenga la denunciante (si busca compartir lo que vivió y cómo eso la afectó, si busca nombrar esa violencia y prevenir a otras de sufrirla a manos de la misma mujera, o, si lo que busca es dañar a la denunciada). Pienso, por ejemplo, en aquellas denuncias públicas que, además de dar el nombre completo de la denunciada sabiendo que hacerlo es arrojarla a «los lobos», suelen ser muy descriptivas de los hechos; me explico, considero que cuando denuncias a tu agresora y te parece necesario decir lo que te hizo, lo haces y ya, tipo «me violentaba psicológicamente cuando me hacía sentir mal por salir con mis amigas, amenazándome con que un día me dejaría» o «me pidió que borrara de mis redes sociales a todas mis amigas o mujeras que le despertaban celos». Pero para mí cuando los «hechos» están descritos a detalle me genera dudas y siento que son escenas creadas en la mente de quien denuncia con la intención de crear una división buena/mala y con ello ubicar en la mente de quien las lee quiéna juega uno y otro papel. Por ejemplo, cuando se menciona la ropa con la que una iba vestida y se liga a un deseo «positivo» o de bienestar y seguido de ello se menciona con lujo de detalles lo que la «agresora» hizo y las intenciones con las que lo hizo, se da una interpretación de sus motivos, y al final se remata con el contraste entre la «ropa del bienestar» y la «ropa del poder», yo considero que lo que se busca no es hablar de cómo algo nos afectó y alertar a las demás, sino crear morbo sobre lo que ocurrió. Este tipo de narraciones no dejan lugar a dudas sobre quién es la mala (agresora) y quién la buena (víctima). Con esto no estoy buscando revictimizar o invalidar las vivencias de las compañeras que guardan un recuerdo vívido de alguna situación violenta que experimentaron, sino establecer lo difícil que es describirla con lujo de detalle sin que eso despierte la memoria de nuestra cuerpa y nos lleve a revivir el trauma, porque a fin de cuentas ¿a quienas no les representa un problema recordar esos momentos?
    En fin, todo esto me hizo preguntarme si no es posible ser víctima y aun así buscar dañar a tu agresora, y hacerlo a través de tu denuncia. Es decir, ¿del hecho de que mi narrativa esté llena de mentiras, intenciones de dañar a la otra o se exageren ciertas situaciones violentas se sigue que no es verdad que fui violentada por la denunciada? O ¿que soy yo la agresora? No sé, quizá la violencia que ejercemos unas contra otras es valorada de manera diferente, pero sigue siendo violencia. Me pregunto en qué pasa si mi compañera me controla mis amistades o con quiénas me relaciono (violencia psicológica) y al denunciarla yo invento, con la intención de llamar la atención sobre mi denuncia, que en alguna ocasión ella me agredió físicamente ¿eso implica que yo no soy víctima sino agresora? O ¿que pasé de ser víctima a ser agresora o ambas? Supongo que se tienen que valorar muchas otras cosas que la mera narrativa de la denuncia, pero me gustaría leer lo que piensas.

    Te agradezco de nuevo por abrir una espacia en la cual se puedan verter estas dudas y pensamientos.

  3. Me resulta altamente esclarecedor este texto, sumó sensación de alivio a mi proceso el identificar-nombrar con detalle mi sentir, mi experiencia, me sentí llevada de la mano y acompañada en la lectura.
    Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Crítica