Feminismo

De madrugada en el taxi

Por Ketzali Awalb’iitz Pérez Pérez

Soy mujer, maya poqomam, clase media baja, que vive en una comunidad, y llegué a la universidad y  sigo formándome. Además, estudié artes, que en este país es una locura y es prácticamente condenarme a la «miseria» e inclusive reconozco que me he tenido que formar en otras áreas para optar a una gama de varias opciones laborales, pero al final ese es un privilegio.

Tengo privilegios bajo el sistema capitalista y es tener adquisición a la educación superior y contar con necesidades básicas. Sin embargo en este país eso no es suficiente (por la imbricación de las opresiones) puesto que soy originaria del pueblo maya «una india» (racistamenente dirían los mestizos) que solo es mirada para el trabajo doméstico o vendedora de verduras.

Cuento una pequeña anécdota. Cuando decidí estudiar en la universidad, por los horarios académicos tuve que migrar a la ciudad de Guatemala, ya que la carrera que buscaba solo estaba ahí. Alquilé un cuarto en una casa de huéspedes. Cada viernes me regresaba a mi pueblo para pasar los fines de semana en mi casa, con mi mamá y mi abuela. Así que todos los lunes tenía que madrugar y salir del pueblo a las 3:30 a.m. para llegar lo más temprano a la ciudad de Guatemala, dejar mis cosas a la habitación, desayunar y estar en puntual en la universidad.

Por supuesto como era tan temprano, para llegar a la casa huésped tenía que tomar un taxi desde la terminal de buses porque no hay transporte público de madrugada. Uno de esos días al subir a un taxi, el señor comenzó hablar conmigo, de pregunta en pregunta surgió una que me acompaña hasta hoy, y no me acompaña porque fue impactante (lo cuál si fue) sino más porque fue una pregunta y una frase que me hicieron y me han hecho innumerables veces (pero esa fue la primera vez). Al casi llegar a la casa huésped el señor dijo: «¿A regresar con el patrón? Qué bueno que le de permiso de viajar».

Me quedé totalmente callada pensando en lo que dijo (yo llevaba una mochila) cuando reaccioné le dije: «No, disculpe. Regreso a la ciudad porque estoy en la universidad. Así que sí, fui a visitar a mi mamá pero no tengo ningún patrón».

El señor respondió: «Perdón, se me olvida que las indias también estudian».

Como estábamos llegando a la dirección de la casa huésped, abrí la puerta para salir y le dije con una mirada fija y con mucha furia: «Sí, nosotras estudiamos», cerré su puerta con enojo y entré rápidamente a la casa huésped.

Llegué a mi habitación con un nudo en la garganta y entiendo que el ser mujer sí es duro serlo, pero si le pones la tinta de maya, lo es mucho peor.  Me han dicho, confundido y prohibido innumerables cosas, a veces me sorprendo. Siglo XXI y parece y esas historias que lees y escuchas de años atrás siguen vigentes.

Pero eso no me detiene para decir lo que soy.

 

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La Crítica