Literatura

Natalia y la danza – Parte III

*Este texto es la tercera parte de dos entregas previas de la misma autora: Parte I, Parte II.

La charla. Ximena invita a Natalia a bailar

Por Litzy Mariana

Son las 8PM. Natalia está en casa, planificando el proceso de renuncia a la danza. Está guardando en un cajón todos los accesorios de la función fallida mientras piensa cómo le hará para desaparecer de su círculo social y cómo rematar o quemar sus libros de danza.

Suena su celular. Es Ximena, su mejor amiga y una bailarina con muchos años de experiencia. Natalia piensa que seguro le marca para recriminarle lo que pasó en la tarde, donde todo salió mal, donde se congeló frente a todo el mundo, no pudo bailar y se cayó. Qué vergonzoso, una pena. A pesar de eso, le contesta.

Ximena: ¿Hola? ¿Natalia? ¿Cómo estás?

Natalia: ¿Qué quieres? ¿Reírte de mí? Ya sé que decepcioné a todos. Déjame en paz.

Ximena: ¿De qué hablas? Claro que no. Vi lo que pasó, no arruinaste nada. Soy tu amiga y no me siento decepcionada por eso. Sólo quiero saber cómo estás, cómo te sientes. También quiero hacerte una invitación.

Natalia: ¿Cómo esperas que me sienta? Lo arruiné todo. Además, tú me dijiste que bailara, pero sabías que no iba a salir bien y aun así no me lo advertiste. Seguro es lo que querías, ¿no? Humillarme frente a todos. Ya déjenme en paz.

Ximena: Yo te animé a bailar porque sé que tenías muchas ganas y porque sé que todas podemos bailar, que es sanador. Lo siento, debí aclarar que no era necesario que hicieras una función frente a un público y que esperaras que te saliera bien a la primera. Pensé que comprenderías que una puede bailar sin escenarios. Pero bueno, no quiero abrumarte más con lo que pasó. ¿Qué te parece si salimos a platicar mañana? Te quiero invitar a un proyecto de danza.

Natalia: No sé. ¿Invitarme a un proyecto de danza? Te sigues burlando ¿verdad? Pero si ya viste que no sirvo para eso, ni los libros que leí me sirvieron para nada, puras mentiras.

Ximena: De acuerdo. Sólo quiero saber una cosa, si las respuestas a estas preguntas son negativas, no te insisto más, ignórame y puedes dejar de bailar para siempre si quieres.

Natalia: A ver

Ximena: ¿Has llegado a sentir un dolorcito en el pecho, como un huequito que te duele cada vez que tienes miedo? ¿Has sentido como que ese huequito en el pecho hace que te encorves? Cuando te ves en el espejo, ¿has visto un armadillo?

Natalia se queda paralizada. Sabe que es cierto, pero era como su secreto, lo había ocultado tan bien que se le olvidó que existía su caparazón y, cuando lo vio de nuevo en el espejo, pensó que eran sus alucinaciones. No comprendía cómo Ximena sabía eso. “¿La Xime me espía o qué? ¿Qué me sabe? ¿Es tan evidente? ¿Sí me veo como armadillo y soy la única que no lo ha notado en todo este tiempo?”, piensa.

Natalia: Sí, pero ¿a dónde vas con eso? ¿cómo sabes?

Ximena: No eres la única a la que le pasa. Mi proyecto es sobre eso, ¿vienes?

Natalia: Sí, pero dime cómo sabes eso.

Ximena: Te cuento mañana. Te veo a las 3PM en la base del Ruta 18 ¿va? Para agarrar el camión vacío y llevarte a conocer el proyecto y a las que estamos ahí.

Natalia: ¿A quiénes?

Ximena: Te cuento mañana. Besos. Te quiero. Descansa.

Ximena cuelga y Natalia se queda confundidísima. Le contaron un chisme a medias, ¡qué frustración! Está tan consternada que olvida que estaba haciendo planes para renunciar a la danza.

Al día siguiente se alista. Llega al punto acordado, ve a Ximena y la saluda aún con un poco de vergüenza, quiere esconderse, pero no le queda de otra que fingir y evadirle la mirada. Ambas se suben al camión. Natalia se sienta del lado de la ventana, en el asiento que tiene como un escalón, para tener sus rodillas más cerca de su pecho. Estar enconchada le da un poco de seguridad. Ximena se sienta junto a ella. El camión arranca y hablan. Natalia se adelanta y va al grano.

Natalia: Bueno, ya dime qué me sabes, qué quieres de mí y de qué es tu proyecto, ¿cómo que hay otras detrás de todo esto?

Ximena: Natalia, todas las mujeres en este mundo somos un poco armadillos, sólo algunas, como tú y yo, ya nos dimos cuenta. No nacimos así. Fue una mentira que nos dijo el sistema de los hombres, que no podemos bailar, y nosotras nos la creímos por mucho tiempo, la mentira se nos convirtió en caparazón a todas. Pero no les salió. A lo que te quiero invitar es a una compañía de danza, somos otras mujeres armadillo que estamos aprendiendo a bailar.

Natalia siente que le cuentan una historia de ciencia ficción, pero a la vez algo que se siente muy real. Recuerda lo que vivió de niña, el dolor, el miedo, la vergüenza. Todo le hace sentido. Claro. Ella sí tenía deseos de bailar y ellos le dijeron que no podía.

Natalia: Pero, ¿cómo descubriste tú y otras que son armadillos? ¿Cuáles son tus fuentes? Dime en qué libro está esa teoría, ese recuento histórico, esa explicación tan alocada.

Ximena: Sí hay algunos textos. Pero luego hablamos de eso. La mayoría de nosotras lo descubrimos cuando nos miramos al espejo. Seguramente así te pasó a ti. Mi fuente somos nosotras, las mujeres armadillo que se vieron al espejo y contaron la historia de su caparazón. Ésa es la metodología de investigación más importante de nuestra pequeña compañía de danza, cada una tiene que verse al espejo constantemente y ser sinceras con lo que alcanza a ver, incluso si lo que vemos es un armadillo asustado. Al menos ya sabemos que todas lo somos en algún grado y que esconder nuestros caparazones no nos ha funcionado.

Natalia: Pero yo no quiero ser esto, no me gusta ser un armadillo, no soy sólo un caparazón o la herida debajo de él. Yo quiero bailar.

Ximena: Exacto, ninguna pidió ni estuvo de acuerdo con este caparazón y todas queremos bailar sin él. Pero reconocer que tenemos un caparazón que nos duele es un proceso importante, aunque no el único. No quiere decir que eso nos defina y lo vamos a cargar para siempre. Tenemos que reconocer nuestros caparazones, nombrarlos, tal vez llorarlos y enojarnos porque tener un caparazón significó una injusticia, fue arbitrario y violento. Hay responsables y no fuimos nosotras.

Natalia: ¿Y luego?

Ximena: El objetivo es nombrar el caparazón para trabajar en él, desencarnarlo porque no es nuestro, ni las emociones que vienen con él: como el terror o la vergüenza. Luego, hay que saber cómo funciona, cómo nos limitan para bailar (por ahora), para aprender a bailar juntas.

Natalia: ¿Y cómo se supone que este caparazón se va? Dame la respuesta. Siento que no estás respondiéndome nada, no entiendo.

Ximena: Tal vez no lo entiendas hasta que bailes. Pero por ahora puedo responderte que es con la prueba y el error, con ensayos, calentamientos, estiramientos, con la teoría como guía y no como un instructivo lineal, autoconocimiento, paciencia, mucha paciencia. Sólo así iremos recuperando memoria muscular, identificando cómo se siente moverse, qué articulación duele, qué tendón está lastimado, qué postura incomoda, qué se siente bien, con qué tipo de coreografía me siento más libre y así se irá de a poco.

Natalia: ¿Prueba y error? ¿Teoría como guía y no como instructivo lineal?

Ximena: Ajá, sí. Todas las bailarinas de este proyecto nos dimos cuenta, así como tú lo viviste en el escenario ayer, que saber el instructivo de cómo moverse no es suficiente para que nos salga bien. Tenemos que aprender a trabajar la frustración de intentarlo y fallar, tenerle paciencia a la contradicción que hay entre cómo quiero que mi cuerpo se mueva y cómo se está moviendo hoy. ¿Me explico?

Natalia: Sí, es cierto, lo viví. Para bailar La Bruja yo me sabía los pasos, es más, puedo describirlos a detalle ahora: Un cepillo sencillo, por ejemplo, inicia con la planta derecha, se desliza el talón izquierdo al frente y regresa la punta. Luego remata el mismo pie izquierdo, se hace un cambio de peso para repetir exactamente lo mismo, pero ahora iniciando con el pie izquierdo. Y así, de manera alternada hasta el cambio de música, hasta que acabe el coro. Pero esa vez, aunque me decía a mí misma las instrucciones en mi mente, no pude hacerlo.

Ximena: Justo así funciona. La teoría ayuda, pero no basta con entenderla para saber bailar. Incluso, hay veces que no hay nada escrito o no hay instructivo, y tu guía será lo que te pida tu cuerpa. Pero, bueno, volviendo a lo del son Jarocho, ¿habías ensayado el paso antes?

Natalia: No, no creí que fuera necesario si ya lo había comprendido. La verdad no había bailado antes porque tenía miedo a equivocarme y a hacer el oso y mira, pasó justo lo que no quería.

Ximena: Natalia, aquí todas las bailarinas-armadillo nos hemos equivocado y nos seguimos equivocando. Equivocarse es necesario para aprender a bailar y deshacer el caparazón. Sólo que los hombres nos hicieron creer desde hace miles de años, con violencia, así como a ti a los 6 años, que las mujeres deben de ser bailarinas perfectas, para ellos y desde sus deseos, pero perfectas. Por eso todas las mujeres-armadillo le tenemos terror a no ser suficientemente buenas bailando, incluso aunque ellos no estén presentes, la cuerpa aprendió sus mentiras. Y no es para menos porque si ellos estuvieran aquí y nos ven equivocarnos se burlan, creen que no somos dignas de sus compañías de danza y hasta nos pueden matar.

Natalia: Sí, ayer cuando no pude bailar, sentía como si fueran a matarme, a desecharme. El terror me paralizó.

Ximena: Sí, te entiendo, lo he sentido, aquí ese terror lo hemos sentido todas. Pero bueno, la ventaja aquí, en esta pequeña compañía de danza, es que queremos aprender a bailar para nosotras, no queremos bailar ni con ellos ni para ellos. Aquí todas nos hemos caído, no nos han salido los pasos, a muchas nos falta coordinar, hay muchas cosas que estamos aún por descubrir. Pero aquí, juntas, aprendimos que es parte del proceso, aquí esa enredadera es pedagógica, es el proceso de aprender a bailar para nosotras y desaprender el caparazón.

Natalia: ¿Aquí?

Ximena: Sí, aquí. Ya llegamos, vente. ¡Bajaaaaaaaaan!

Ximena y Natalia se bajan del camión.

 

 

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