Ana Paola Guzmán

Ficción y pasión son dos adjetivos que podrían describir “Mary Shelley” (2018) sin embargo, se quedan cortos. Esta película dirigida por la cineasta Haita Al-Mansour, sin duda marca un acierto en su carrera cinematográfica. Es, además, una muestra más del talento de Ellen Fanning, quien anteriormente ya se había atrevido a personificar protagónicos poco comunes para una joven como ella, claro ejemplo es su actuación en “Conociendo a Ray” (2015); en más de una ocasión ha manifestado su interés y su talentosa capacidad por personificar a mujeres fuertes y resilientes, por lo que su actuación se muestra impecable al traer a la vida a la querida Mary Shelley.

El guión, a cargo de Emma Jensen, nos da la oportunidad de entender las similitudes de Mary Shelley y su creación, el monstruo Franskestein y su poderosa conexión: el abandono.

Para ser franca, la novela de ficción Frankenstein posee un especial sentimiento de mi parte, por la manera de describir la soledad y por ser una muestra de que hasta el ser más monstruoso del universo posee humanidad infinita en su interior. Siempre me sorprendió pensar que la novela fue escrita por una joven de 19 años en 1818. Una joven sin duda adelantada a su época y cuya rebeldía marcó apertura, al igual que su madre, para que demás mujeres escritoras experimentaran en el mundo de la ficción y dejarán de encasillarse en temas de amor.

Por eso, cuando leí la sinopsis, que no le hace nada de justicia a la película porque la describe como otra película empalagosa de amor en la que la mujer sacrifica todo por un hombre, pensé que no sería la película adecuada para dejarme admirar por sus diálogos o sus escenas o contenido, sin embargo, me equivoqué.

La película que se estrenó hace apenas un año, pasó sin mucha publicidad para su audiencia; la poca publicidad obtenida, se encargó de vender la película como una creación dirigida por mujeres para mujeres porque el tema central fue: el amor, una opinión demasiado pobre para la imagen y la certeza con la que reviven a un personaje tan importante en la historia general y en la historia feminista como es Mary Shelley.

La película arranca en 1813, cuando la escritora tenía 16 años, una economía en quiebra, una relación toxica con su madrastra y una incontrolable inquietud y nostalgia por la vida de su mamá fallecida, Mary Wollstonecraft, autora de “Vindicación de los derechos de la Mujer” (1792). Entonces cada escena y diálogo nos lleva de la mano para conocer a la joven escritora, nos demuestra su pasión por las letras y la lectura, su carácter para defender sus ideas y la rebeldía con la que vivió y tomó cada una de las decisiones que marcaron sus 53 años de vida, nos muestra el feminismo que manifestaba desde muy joven y la revolución que escribía a través de sus historias.

La historia nos revela que hasta la mujer más fuerte y talentosa, puede tener sus debilidades y aprender de ellas, nos enseña la manera tan cruda con la que luchaban las mujeres de esa época por sus derechos y los principios que fueron cuna del feminismo que décadas después evolucionó a lo que hoy conocemos. Es incluso un cuestionamiento la conducta del género masculino, los agravios cometidos hacia las mujeres y hasta la educación brindada a ellas en aquel entonces.

Película: Mary Shelley (2017)

Es por eso, que no basta vender esta película como una historia de la escritora basada en la versión de un mundo capitalista. Aunque reconozco la falta de un par de detalles de la vida de Mary y del feminismo, también debo admitir que la película es una ventana a la historia, que saca más de una lágrima y evidencia las dificultades con las que las mujeres hemos peleado en la sociedad sin importar nuestro estatus ni la época de la historia, sin duda, vale la pena estudiar cada diálogo y hasta el significado de la última escena que nos demuestra el verdadero destino de Mary.

Mary Shelley es la película perfecta para verla en una de esas tardes en las que te sientes rendida y casi quebrada. Pues la escritora, desde donde quiera que esté, nos ha dejado este legado que se encargará de animarte y consolarte a través de su vida y si no es suficiente, entonces créeme que nunca está de más leer o releer su más grande novela: Franskenstein o El moderno Prometeo para encontrar nuestra propia fortaleza.

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La Crítica