Por Brenda Contreras Paredes*
Siempre he sentido una admiración profunda por las mujeres que logran separarse de quien un día sintieron amar. Las veía caminar sin ellos y me preguntaba cómo hacían.
—¿Lo ves y no sientes nada? —le pregunté a mi tía.
—¿Te refieres a amor? No, siento otras cosas —me dijo y seguía caminando, yo la veía, tratando de averiguar qué tenía ahí adentro que la hacía tan potente.
Las veía distintas del resto, porque el resto se acompañaba de un hombre como ley de vida y ellas rompían esa ley, las veía solas y eso me parecía algo extraordinario, así veía a Doris, Norma, Gina, Marina, Arlem y Mine.
Nunca concienticé que quería ser como ellas, nunca articulé mi deseo. La ley se disfraza de deseo y una va por la vida creyendo que desea lo que en realidad le imponen. Así que, en cuanto mi papá me defraudó, me casé. Ésa también es parte de la intrínseca ley: Si un hombre violenta, cambiamos las expectativas a otra cajita, a otro hombre, y sin darnos cuenta, esa cajita de expectativas nos encierra.
Pasé 20 años en esa cajita deseo, en esa cajita encierro.
Después de muchos intentos, salí y encontré en mí a esa mujer extraordinaria. Soy esa mujer potente que un día vieron mis ojos de niña con tanta admiración, ésa que quebranta la ley con la que nos atan. Soy Doris, Norma, Gina, Marina, Arlem y Mine.
—¿No sientes nada cuando lo ves? —me pregunto a mí misma.
—No lo veo, veo mi autonomía, siento mi libertad.
—¿Te refieres a amor?
—Siento este amor sin ley, sin padre, sin hombre, un amor potente, un amor conmigo.
*Texto elaborado a propósito del curso Cartas a mí de Ímpetu Centro de Estudios.
Wooow! Gracias por campartir tanto conocimiento Ímpetu!