Análisis

Quiero ser madre adoptiva

Anónima

Quiero ser madre, aunque las mujeres que crían se quejen día y noche de la desgarradora y sacrificante maternidad, al mismo tiempo que advierten, no sé si es verdad, que es lo mejor que les pasó.

Quiero ser madre, aunque haya visto a mi madre día y noche sin descanso para poder cuidar a mis hermanas y a mí, como una alma en pena corriendo con prisa por doquier.

Quiero ser madre, aunque haya visto la mirada de mis amigas sin rumbo mientras maternaban a pequeñas y pequeños, sus quejas de no poder ir al baño a solas, sus ganas de tomar una tarde sin preocupaciones, sus episodios de llanto incontenible en el mercado mientras compraban verduras para hacer de comer cuando no querían cocinarle a nadie sino escapar.

Quiero ser madre y sé que viviré lo que todas las mujeres que maternan elaboran en quejas, que me volveré como ellas, que vaciaré mis energías, que me querré arrancar mis propios cabellos y que quizá me arrepienta de mis ilusiones de hoy, tan ingenuas, tan inexpertas, pero quiero ser madre.

Quiero ser madre de todas formas.

Quiero llenarme de sorpresas todos los días, vivir la aventura de conocerte, de atenderte, de cuidarte, de alimentarte, de amarte, no importa lo que cueste en cuerpa, energía, dinero, tiempo y sueños. No importa que la mirada también se me pierda un rato o no vuelva a mirar igual, he tenido la misma mirada durante treinta y picos años, siempre está bien renovarse, mi amorcita.

Me siento entera de tiempo y paciencia, para deshacerme en esmerosos cuidados hacia ti. Me siento repleta de redes de mujeres que amo y me aman, saciada de amor. Me siento entera de mí, tan potente que me queda mucho por compartir. Me siento entera para amarte profundamente sin condiciones, sé que vivirás una vida tan distinta a la mía, como se te plazca ser, aunque yo no esté de acuerdo, aunque no seas lo que yo quisiera, una madre siempre pone una expectativa o muchas, eso dicen, qué más da, quiero que vivas.

No busco realizarme como madre porque no creo que una tarea desgastante realice a ninguna mujer, más bien creo que una es mujer a pesar de llegar a ser madre en este patriarcado.

Quiero educar, cuidar, atender a una niña que no tiene madre. Quiero cuidarte, levantarme temprano para darte de comer, no dormir si es necesario, revisar tus tareas, investigar juntas por qué el cielo es azul, limpiar vómitos, diarreas, escuchar gritos exasperantes de berrinche o juego, lidiar con montañas de ropa sucia que nunca acaban, quiero acompañar llantos en el quinto de primaria, conflictos emocionales que tendremos que desentrañar con terapias y procesos para revisar las huellas de abandono que alguien más dejó, pero que quiero ser yo quien te cuide, como el mejor de mis trabajos, incluso por encima de mí, nada te va a pasar mientras esté viva, nadie te va a volver a dejar.

Tendrás meses o cinco años, seis o diez años, no lo sé, sé que existes en algún lugar. Te he escrito por meses, te he esperado por años. He hecho el trámite en el DIF y aunque evaluaron que yo era solvente y podía darte una vida de calidad, una incompetente servidora pública decidió que mi soltería era un problema, pero quizá no tan grave como ser lesbiana, y yo tenía ambas características. ¿Sabías que el trámite no aprueba lesbianas más que como excepción? Y aun no hallo pruebas de quiénes hayan sido la excepción.

Dijeron que «por ahora» no era «viable», hija, se contoneaban frente a mí con el sombrero del patriarca, hasta cuchicheaban, me trataban como si yo proviniera de un psiquiátrico, hablaban pausadas como si no tuviera la capacidad de entender. Dijeron que eras una niña institucionalizada que tenía necesidades especiales como estar con un padre, aunque no pensaran en ninguna niña en específico, y aunque no haya evidencia científica que avale algo así, me hablaron como si estuviera frente al papa católico, pero eran servidoras públicas de instituciones que se dicen «laicas», quienes no habían parado de hablar de «papitos y mamitas» desde la reunión de inducción, por supuesto que no estaba en su rango de entendimiento que yo mujer lesbiana completa haría el trámite.

Me dijeron que ser madre biológica es distinto a ser madre adoptiva, como si la adopción fuera de «segunda clase» o una pesadilla, ¿y son ellas las profesionales?, tenía que entender, según ellas, que yo iba a vivir una maternidad «de segunda», en cambio, como yo espero que tú seas mi hija sin más, ellas concluyeron que no soy «viable» hasta que entendiera que la adopción es la maternidad «problemática», tan indeseable que ellas mismas me aclararon con sus actos que jamás serían solicitantes, pero tú y yo qué culpa tenemos de sus miedos y prejuicios, tú eres mi hija y yo tu madre, para nosotras no hay familia de «segunda» ni «más problemática».

También dijeron que yo era tan libre, por mi soltería y lesbiandad, que asumían que yo era «egoísta», una especulación suya que volvieron indicio de que yo no sería buena madre. Vaya violencia y prejuicios lesbomisóginos los que escuché, como si ser lesbiana fuera sinónimo de ser «depravada», y eso que estaba yo en la «ciudad de los derechos». Dictaminaron risueñas, como si no pensaran en ti, como si no supieran que estaban decidiendo la vida de una menor, que yo era un peligro para ti y por tanto no era «viable».

Lloré dolorosamente y  no puedo descansar desde entonces. Me las imagino, a esas colaboradoras del patriarca, riéndose con sus vocecitas condescendientes mientras me hablan pausadas: «Ves tus lágrimas, tú estás mal, por eso lloras, ve a terapia, estar soltera y ser lesbiana está mal, ¿no nos entiendes? te lo explicamos con manzanas», me comunicaban con discreción en cada frase . Hasta mencionaron que «ellas no eran homófobas porque sí hay homosexuales que solicitan la adopción y resultan viables», pues claro que los hay, son hombres, las instituciones son de los hombres incluso homosexuales, ¿no se dan cuenta?, yo soy lesbiana, mujer y lesbiana, me estás violentando así por ser mujer ¿no te das cuenta?

Además, yo que soy una entusiasta de la terapia para desentrañar mis adentros, jamás se me ocurrió que me la recetarían en el DIF para curarme la lesbiandad y la soltería, jamás se me ocurrió que «ir a terapia» podía ser dicho con tanta misoginia y crueldad, como se lo decían a las lesbianas en los años cincuenta.

Ellas qué saben, hija, qué saben de la autonomía, qué saben de que desde los diecisiete me hago cargo de mí, qué saben de las relaciones hermosas que tengo con mis hermanas y mi madre, de cómo colaboro activamente en los gastos de mi familia, qué saben de lo que he construido, qué saben de mis amigas con las que llevo relaciones amorosas y prósperas, qué saben de la independencia, de mis ganas de volar contigo, qué saben de toda la magia que siento adentro de mí que me sacia, me llena y me anima a buscarte para compartir esto contigo. Y qué saben del dolor que tengo desde que vi por mis propios ojos lo podrido del sistema, desde que te sentí tan cerca y no pude conocerte.

¿Sabes? Yo también era como la gente que habla, que habla sin conocer, fui una creyente del sistema de adopciones, decía que si no resultabas “viable” o «idónea», quizá no habías cumplido o llenado «bien» los requisitos de la honorable institución, decía que si sí obtenías la carta de idoneidad o viabilidad, entonces eras una gran candidata, vieras cuánta información leí, cuántas organizaciones seguí para ver charlas, conferencias, ponencias del tema, tanto que me contagiaron su fe institucional, me volví también en una creyente del sistema gubernamental como quien cree en dios, como quien cree que allá arriba decidirán “por tu bien”, por el bien de las y los menores, ¿pero pensaron en ti, mi amor? ¿pensó en ti la incompetente profesional cuando decidió que no querer casarme era un impedimento para ser tu madre? ¿pensó en ti cuando ella bebía y festejaba este diciembre en familia, pensó en tus ganas de estar en un hogar con una mamá?

¿Sentirán algo ellas que niegan familia a tantos y tantas menores? ¿podrán dormir tranquilas? ¿Estarán conscientes de que por ellas, sus prejuicios, su ineptitud, tú pasarás más años en la institución? ¿sabrá lo que es estar esperando una familia en una casa hogar? ¿sabrá lo que es ser una niña institucionalizada y soñar con tener abrazos y besos llenos de amor, comida calientita, juegos y cantos? ¿sabrá, mi amor, que te está impidiendo tener otra vida?

No sé cómo eres, si eres pequeña o si eres una niña grande, no necesito verte para sentir tanto amor para ti. No sé cómo son tus ojos, no sé cómo es tu forma de caminar, la textura de tu cabello, la forma de tu sonrisa. No sé cuántas terapias, tratamientos médicos y pedagogías tendremos que conocer, no sé cuál es el lenguaje que aprenderemos juntas, cómo reinventaremos el amor, si conoceremos otra forma de vivir al mundo, no lo sé y estoy lista para todo. ¿Qué habrán sentido ellas entre el calor de su familia estas fiestas? ¿Habrán pensado en ti, mi amorcita? ¿Sentirán remordimiento alguno por todas las niñas y niños que no están llegando con sus madres adoptivas por sus prejuicios?

Y es que sabes, todo mundo conoce bien que el sistema gubernamental no sirve, hay gente no preparada ocupando puestos, comités de revisión que no existen, tanta misoginia, nepotismo y corrupción. ¿Por qué se sigue pensando que un sistema que solo da en adopción a menos de una decena de niñas y niños al año hace lo correcto y que el problema es de quienes solicitamos? ¿No será que su proceso está destinado a elegir gente incorrecta a propósito para comprobar que no hay nadie que quiera adoptar? ¿Cuántas veces no me dijeron en el proceso que debían evaluarme muy bien porque hay gente que regresa a los y las menores? Pues entonces esas servidoras y servidores no están haciendo bien su trabajo que eligen a quien regresará a la o el menor y lo hacen a propósito, un sistema que se comprueba a sí mismo que es «muy difícil adoptar».

Me pregunto: ¿no será, quizá, esa su función: obstaculizar que las y los menores tengan familia?, de otra forma, pienso, habría un seguimiento exhaustivo, y mi dictamen no habría sido revisado por una sola profesional desde su diminuto mundo de prejuicios, ¡habría comités! ¡lugares a donde solicitar revisión segunda o tercera de mi carpeta!, pero no hay nada, es un proceso lleno de opacidad, me aventuro a señalar lo que vi de cerca sin que nadie deba contármelo y me arriesgo a hablar en alto. ¿Cuánto faltará, entonces, por denunciar, por revisar, por luchar?

¿Cuánta negligencia institucional nos llevó a este doloroso resultado?

¿Cuánta impunidad y cuánto silencio? Esa gente sabe que después de un resultado así, nos dejan devastadas a las solicitantes, desarticuladas con goce de ventaja, que nos quedan pocas ganas de luchar, atormentadas como ineficientes con sello psicológico, con un dolor que viene desde acá adentro del corazón a tu corazón, al tuyo, que no te conozco, como pendiendo de un hilo.

¿Gozarán al derrumbarnos psicológicamente para que ninguna reclamemos?

¿Cuánto me faltará para que estés conmigo, para que yo esté contigo?

¿Cuántas otras mujeres habrá como yo, que aunque demostremos solvencia y estabilidad económica y emocional, nuestra lesbiandad o nuestra soltería, o ambas, son el gran argumento para que una niña o niño no tenga mamá?

Qué dolor tan silencioso es el que siento. No fui madre de ti por ahora y me duele. No te conozco y me duele. Trato de no pensar mucho, me convenzo de las palabras de las servidoras públicas del DIF, me repito lo que dijeron, que mi lesbiandad y mi soltería son un peligro, hay días en que me convenzo de su dictamen violento, quizá así ya no me duela que no estés, quizá así no sienta que hay una niña esperando por mí, que me habla en mis sueños pidiendo que vaya por ella, quizá así me convenza de que realmente no soy viable «por ahora», un «ahora» que puede terminar si decido no ser lesbiana, claro, o no estar soltera, como bien me dijeron con suma sutileza y crueldad.

Te extraño tanto porque sus palabras no son la realidad, porque sé que estoy entera, completa, y porque tú necesitas de mis cuidados y amor, te extraño porque sé que estás esperando por mamá y no sé cómo haré para ganar esta batalla, pero tengo que hacerlo a como dé lugar, cuidarte, amarte, criarte y que este texto un día sea un mal recuerdo de cómo inició todo, te saludo desde el pasado, mi amorcita, hasta ese futuro donde estamos juntas.

Mamá llegará por ti, te amo profundamente.

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La Crítica