Feminismo

Adiós, amiga. Hola, amiga. Un relato de cierres y sanaciones.

Fuente: Fuente: http://vancouver.ca/parks-recreation-culture/vansplash-aquatics-strategy.aspx
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Por Montserrat Pérez

Hace dos años pasé por una ruptura amorosa dolorosísima. Ya la veía venir. Poco a poco la relación se fue desgastando. Honestamente, en muchos casos yo me sentí celosa, abandonada, incluso traicionada. Supongo que ella también. No sé qué día exactamente supe que no volveríamos a hablar. Lo sentí muy dentro, al menos de mi lado, ya no más. Y así fue. Mi mejor amiga de la universidad, con la que viví mil cosas, con la que caminaba por las calles de esta ciudad haciendo voces chistosas, con la que comía arroz con aguacate y hacía churros en lugar de ir a algún bar. Se había acabado.

El proceso de duelo lo viví muy similar a cuando terminé mis noviazgos. Peor, incluso, porque pensé que era el final absoluto de esa historia, pensaba que era demasiado el dolor y el enojo como para volver a vernos, incluso cuando ahora lo pienso y sé que eran cosas muy vanas. Lloré un poco, pero más bien empecé a intentar enojarme más con ella. Me guardé ese enojo un tiempo y luego eso se convirtió en una especie de entumecimiento, al final, desinterés. Pero muy adentro me quedaba la espinita de cómo estaría. A veces pensaba en ella esperando lo mejor.

Pasó todo 2015. No me llamó por mi cumpleaños. Yo no la llamé por su cumpleaños. Todo era como un recuerdo agridulce, a veces la extrañaba y ya sólo deseaba que todo lo estuviera yendo bien. Pero no pensaba hablarle más.

De perdonarlOs a ellOs

A mediados de este año, Roberta* (llamémosla así), comenzó a mandarme mensajes. Primero fue un “hola”, luego fue alguna pregunta sobre activismo de acá (ella vive lejos). Poco a poco empezamos a hablarnos como al principio. Yo estaba bastante recelosa, inclusive reticente, ¿cómo la iba a perdonar, cómo me iba a perdonar ella? No, imposible.

Después caí en cuenta de una cosa. Más bien me cayó encima un día que miraba a alguien que fue un amigo en el pasado y que me lastimó mucho. Lo de él sí era imperdonable. Sin embargo, ahí estaba, escuchándolo hablar y saludándolo como si nada. Se me heló todo y comencé a hacer memoria. Por supuesto, él no era el único. Hice un recuento de sucesos terribles en mi historia de amistad con hombres y me di cuenta de que, en mi proceso de deconstrucción actual, lo que hicieron representa una serie de violencias físicas, emocionales, inclusive sexuales. Y yo los perdoné. A veces en fiestas aún los veía y les hablaba, me reía, aunque también sentía algo raro, un resentimiento, pero también miedo.

Y es que cuando analizo los mandatos de mi contexto, veo cómo todo se puso en contra de Roberta y de mí. Mi heterosexualidad de ese entonces, por ejemplo, celos impuestos porque, es que, ¿cómo ser amiga de alguien sin sentir celos? Y no sólo me refiero a los celos hacia ella, sino también los celos del amor romántico: ella era MI amiga, yo no soportaba la distancia, no soportaba que encontrara a alguien más, no soportaba muchas cosas sobre el nuevo episodio llamado “Vida después de la universidad”.

A veces entraba en rabietas en las que no entendía por qué había hecho tal o cual cosa, por qué le hablaba a tal persona, mil porqués. Ninguna respuesta. Sí, ella tenía responsabilidad en el final de la relación, pero yo también. Eso también me carcomía.

Perdonarlos a ellOs me resultó fácil porque no lo pensé siquiera, porque el mundo me había dicho que era lo natural, especialmente si hacían “méritos”. Sin embargo, ¿había ahí una relación de entendimiento y complicidad? No. Y vuelvo al tema del miedo, los perdoné en parte por miedo.¿Miedo a qué? Ahora me parece ridículo, pero en su momento era un miedo a quedarme sola, como si estar rodeada de hombres fuese estar acompañada. ¿Qué no tenía yo amigAs? ¿En qué lugar las estaba poniendo entonces?

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Estar rodeada de lesbofeministas

Creo que no podría estar haciendo este análisis si no fuera por mis amigas lesbofeministas. En muchos sentidos he logrado entender gracias a ellas que la amistad con otras mujeres no es una cuestión momentánea, no es nada más para tener amigas por tener amigas.

Los vínculos entre mujeres, de hecho, son algo mucho más profundo. Son un salvavidas. Apostarle a bailar entre nosotras, cocinar entre nosotras, ejercitarnos, enseñarnos a cómo defendernos. ¡PUM! Me explota la cabeza. Es todo un sentido diferente. Ya no es la amistad dictada por el patriarcado en el que eres amiga-rival (aunque suene a telenovela). Es aprender a desaprender esas formas. Es dialogar las molestias, entendernos complejas.

Es algo que ni siquiera puedo terminar de explicar. Inclusive es entender que tal vez y muy probablemente estas amistades van a tener un final, pero que ese final no debe ser algo terrible y doloroso. Que no es necesario irnos a la yugular, al drama, a los reclamos. Y, aunque parezca contradictorio, es entender que crecimos en un sistema y aún tenemos que arrancarnos y destejernos cosas de la piel y las entrañas, que igual y sí nos vamos a lastimar, pero que tenemos la posibilidad de sanar y dejar ir.

Dos finales postergados

Entre 2015 y este año también terminé dos amistades que me eran muy entrañables. A ambas las amé mucho, y eso no puedo negarlo. Adriana* y Jimena* representan dos momentos importantes de mi vida, fueron chispas que pensé que llegarían a ser flama, que seríamos amigas “toda la vida” y toda esa expectativa, de nuevo del amor romántico, de que nada nos iba a poder separar.

Estas separaciones fueron dolorosas porque representaron procesos de violencia hacía mí y hacia mujeres a las que quiero. Representaron incluso enojo desde lo profesional ante proyectos que terminaron mal, en los que sentí cómo todo se derrumbaba de nuevo. Y también hubo señales de que algo no andaba bien.

Me negué a ver esas señales porque estaba aún pensando en Roberta, en que no era posible que estuviera sucediendo otra vez. Que había que darles el beneficio de la duda, que el mundo las odiaba y yo tenía la posibilidad de ir con ellas en contra de ese odio. Sí, en efecto, otro principio del amor romántico: la fatalidad y la “belleza” de la misma. Solamente que yo me equivoqué. No tiene nada de bello.

Las lloré muchísimo, incluso más que a Roberta, me encerré en mí misma, pero ahora pienso que eran finales necesarios. Dejarlas ir también ha sido un proceso de liberación para mí. Porque no, el “amor” no tolera todo. Y hay relaciones que considero más significativas como para perderme en ese abismo de ser la “incondicional”. Me cuesta muchísimo trabajo, pero entiendo que mi corazona también merece protegerse. Al final, de hecho, yo soy a la única que voy a tener toda la vida. A ellas sí les dije adiós. Porque hay historias que sí tienen que cerrarse.

Pasitos pequeños y lazos que se renuevan

Roberta y yo nos escribimos seguido. Nos mandamos memes. Planeamos un viaje juntas. Inclusive, hace un par de días, nos volvimos a decir que nos amamos. Sí, nos amamos mucho. Y en estos meses entendí que esta relación merece esos pasitos. Merece que ambas nos pasemos bálsamo de amor por el alma. Merece todo.

Pienso en todas esas amistades rotas a través de los siglos por la imposibildad de hablar, por los hombres que se interpusieron, por el ponerlos a ellos antes y a nosotras después. Pienso en esas amigas que se pasaron pensando la una en la otra en lugares diferentes del mundo, pensando en cómo serían, cómo estarían. Pienso en ese dolor que yo siento todavía por su ausencia, por el resentimiento que se acumuló. Pienso todo eso y me parece una reivindicación histórica a escala microscópica de sanación entre mujeres. Ella y yo no vamos a cambiar al mundo, pero sí vamos a subvertir la narrativa que se nos impuso sobre cómo deben ser las relaciones entre nosotras.

¿Será lo mismo que antes? Espero que no. Estoy segura de que no. No podemos regresar en el tiempo, ni me gustaría. Yo soy diferente, ella también. Igual y este acercamiento termina sólo en eso, sanar una herida pasada. Pero igual y podemos construir algo… y esa posibilidad significa todo.

Fuente: http://lastejeymaneje.blogspot.mx/
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One thought on “Adiós, amiga. Hola, amiga. Un relato de cierres y sanaciones.

  1. Me hizo recordar mucho la historia que tuve con mi amiga de la secundaria y sobre todo me hizo revivir ese dolor que aún no he podido sanar. Con ella compartí cosas maravillosas y me duele mucho que todo se haya terminado por un chico que en ese entonces era su novio. Ahora ella ya no vive más aquí, está en Perú. Muy buen post. 🙂

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La Crítica