Convocatoria

[Las mujeres ante la contingencia sanitaria] Dejarse estar

Por Gabriela Rae

 

–Hoy ha sido un día que sólo he dormido y comido; no he sentido culpa, sólo me he dejado estar –le escribí a Sel la tarde del vigésimo tercer día de confinamiento.

–Ha sido un día de dejarte estar. Es un buen día. Más días así, con lo que sea que implique dejarse estar –me respondió con su amorosa sabiduría.

Desde entonces me dejo estar.

He permitido albergar en mí sentimientos de bienestar y de preocupación; me he dejado estar con baja pila y también activa; me he dejado estar feliz, me he dejado estar de mal humor. Sí, las últimas tres semanas me he dejado estar confinada.

Y se ha sentido bastante bien. Me he sentido más ligera, incluso en los días en que los malestares y preocupaciones pesan mucho. Y es que por más que pesen, me he aligerado de una cosa harta pesadita: la culpa de sentirme así y asado, la culpa de pensar que esto, que lo otro. No ha sido fácil, pero a decir verdad tampoco resultó ser tan complicado.

¿Cuántas veces hemos despertado sintiéndonos mal (cansadas, enfermas, heridas, tristes, y un largo etcétera) y a lo largo del día nos sentimos mal por sentirnos mal y nuestro malestar no hace otra cosa que acrecentarse? ¿Y si nos permitiéramos vivir ese malestar? Ser consciente de él, sentirlo, observarlo. Escribirlo, pintarlo, sudarlo. Hablarlo, gritarlo. Compartirlo, denunciarlo. Tratar de resolverlo, tratar de comprenderlo, sanarlo. Acompañarlo.

Dejarlo estar.

El día que sólo comí y dormí seguramente necesitaba recargarme de energía. Y me brindé alimento y reposo. Escuché a mi cuerpo -me escuché a mí misma- y mi día fluyó a partir de eso, sin malestares extra. Cuidé de mí.

Dejarse estar es una forma de autocuidado.

Y lo mismo aplica para habitar nuestros males de una manera más llevadera, como para permitir albergar nuestro bienestar y disfrutar de él, que la culpa no hace distinción entre estar “bien” o estar “mal” y nunca escatima en aparecer. Últimamente dibujo mucho y últimamente he estado muy feliz. Se ha convertido en un ritual diario, así que cotidianamente tengo una pizca -o un mucho- de bienestar. Últimamente ya no siento culpa por sentir felicidad en medio de una crisis mundial. Todos nuestros sentires son igual de válidos, sobre todo en estos tiempos. No sólo las preocupaciones, no sólo nuestro cansancio, sino también esas ráfagas de genuina felicidad.

Si algo me ha obsequiado esta mortífera contingencia global, ha sido el permitirme estar en el presente como nunca lo había estado. He habitado mis días, he estado en ellos. Comienzo cada día haciendo una lectura de mi estado de ánimo, de las sensaciones que aloja mi cuerpo, de mi nivel de energía, de mis ganas de crear, de los pendientes que tengo. Y me permito estar, como sea que quiera o necesite, diariamente.

Dejarme estar se ha vuelto mi ritual de autocuidado predilecto en este periodo de confinamiento. Deseo me siga acompañando también durante el restablecimiento de la vida social. Como dice Sel, “más días así, con lo que sea que implique dejarse estar”.

Sí, más días así.

Fotografía de Manon Paulet

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La Crítica