Diana Vizcaya me dio vida (mamá se apellida Reyes Vizcaya pero de un tiempo acá ella prefiere el apellido de mi abuela), me trajo al mundo y comenzamos a luchar juntas por sobrevivir en un mundo que es cruel, desde el minuto 1 de mi existencia, mamá me cuenta que en el hospital le pedían que me callara y que si no dejaba de llorar, me tendrían que llevar a otro lado, o sea, separarme de ella, entonces me mecía y acariciaba; el primer baño también me lo dio mamá, aunque me dice que aún le dolía el cuerpo por el parto, estuvimos juntas por 3 días dentro de ese hospital, en mis recuerdos, que son los que mamá me contó, lo veo un poco sombrío porque las enfermeras y doctores trataban mal a las mujeres: “¡para qué abres las piernas!”, “¡no llorabas así cuando hacías al niño!”, “¡callen a esa niña!” eran gritos que se escuchaban en nuestro tiempo en ese lugar.
Mamá tenía 27 años cuando yo aparecí ante ella y desde entonces empezó a enseñarme la vida.
Antes de mí, mamá bailaba y compartía su vida con sus hermanas y madre, aprendió a amar el ballet y el flamenco, mamá me cuenta que hasta bailó en el teatro de la ciudad. Un día tuvo un accidente y ya no siguió, así que se inscribió a un gimnasio y ahí conoció a mi papá. Hasta este punto todas estamos de acuerdo de que su vida cambió porque el amor patriarcal que aprendió, lo accionó con él.
Cuando conocí a mamá, refiriéndome a mi la infancia, no podía pensar que hubiera otra mujer tan inteligente, cariñosa, amorosa, amable y considerada en el mundo. Me enseñó con paciencia y a veces con más disciplina a escribir mi nombre, la dirección en la que vivo y mi número de teléfono. Me metió a clases de natación desde el primer año porque le parecía indispensable que lo supiera. Un día dio a luz a mi hermana She, quien se convirtió en mi compañera de vida y quién sé que es mi amor eterno, juntas aprendimos de mamá cosas importantes que ya no olvidamos.
Mamá me dijo miles de veces que nadie podía tocarme la vagina, nadie, ni mi abuela, ni mi padre, eso lo tuve claro desde muy pequeña, recuerdo un día que me resbalé de la bici y comencé a sangrar de la pelvis, mi abuela, la madre de mi papá, a quien llamo, mamá Lupe, me revisó y me puso una pomada; inmediatamente después fue decirle a mi mamá que me había puesto la pomada ahí, mamá me dijo que estaba bien, era porque me había caído.
Siempre digo que tuve una segunda mamá desde el principio, tía Nancy, soltera, mayor que mi mamá, mejor amiga de mamá, consejera de mamá, soporte de mamá; ella me cuidó y estuvo con mamá en todo el proceso del parto y mientras crecía se convirtió en una de mis personas favoritas, tía Nancy me enseñó el frío y el calor, me decía que lo que era muy caliente no lo debía tocar porque me quemaba y entonces me acercaba a algo medio caliente para que yo lo sintiera, lo mismo con el frío. Hacía pijamadas con ella y me gustaba mucho que al siguiente día me bañara con su zacate y jabón porque pensaba que me limpiaba muy bien, lo mismo pasaba cuando me bañaba con Yaya, la madre de mi mamá. Su baño era muy blanco y estaba tan limpio como ella. Yaya decía que el agua fría era mejor para bañarse porque así salían menos arrugas, entonces yo me hacía la valiente, y aunque Yaya sabía que yo usaba agua calientita, le pedía que la pusiera tibia. Cuando hacía pijamadas con Yaya, nos sentábamos a comer un sándwich de jamón que me parecía super delicioso, a este, lo acompañaba siempre una leche fría: era mi cena favorita, eran noches felices. Mi infancia con ellas fue muy divertida, yo fui la primera nieta, entonces dejaban que las entretuviera con bailes y cantos, me aplaudían y me pedían otra, entonces yo cedía y cantaba y cantaba, a veces no dejaba que se fueran hasta que yo terminara de cantar y bailar.
Mi casa está a unos pasos de la de mi abuela paterna, mamá Lupe. Mi mamá me cuenta que al salir del hospital, mamá Lupe corrió a enrollarme con su rebozo y a darme una bendición. Mamá Lupe es una mujer de rancho, aprendí a conocer su amor que era un poco más escondido, cuando me daba comida mientras las primas estaban jugando, cuando me regalaba una granada de su árbol o cuando ponía hierbas de ruda en mi oído cuando me sentía mal, nos regañaba si las primas tocábamos sus flores y después nos llamaba para ir a comer en su mesa. Mamá Lupe sabe cocer, ella me hizo todos mis trajes de bailables y yo sentía que era el atuendo más hermoso de la escuela porque mamá Lupe la había hecho para mí.
La familia paterna es de puras mujeres, eran 4 tías las que me criaron de ese lado. Me criaron diferente, me criaron inconscientemente, no con la intención de darme un tipo de educación o valores o pensamientos, como lo hacía mi tía Nancy y mi mamá. Mis tías tuvieron otras hijas, igualmente mujeres… Entonces éramos como una comunidad, de regaños risas y muchos juegos. Yo me peleé un par de veces con tía Lupe porque me regañaba y mi mamá me había dicho que nadie me podía gritar ni regañar más que ella, entonces yo no lo permitía. Mi tía Juana, nos hacía comida deliciosa y reía mucho, mi tía Juana siempre está sonriendo. Mi tía Chayo nos contaba muchos cuentos, nos decía cosas interesantes del mundo. Mi tía Tita, nos llevaba a jugar fútbol o básquetbol, ella es la menor de las hermanas, estaba en su adolescencia cuando nosotras fuimos naciendo, así que tía Tita era la reina cuando se dignaba a estar con nosotras, ella era la autoridad, ella nos enseñaba cosas y además se atrevía a jugar con nosotras. Pienso que todas ellas fueron y son mis madres, hasta el día de hoy, las tías me sorprenden, las he reconocido, no solo con el papel de madres o cuidadoras, que es como se supone debemos ver a nuestras tías, las vi, sino como mujeres poderosas y brillantes.
Hoy sé que tía Nancy, quien sigue siendo soltera y sigue viviendo con mi Yaya, es independencia y es calor y cariño; durante todos estos años no ha dejado de decirme cuánto me ama, compartimos la fecha de cumpleaños y me siento bendecida por ello, me gusta que digan que somos parecidas, que somos necias o que somos regañonas. Me gusta saber que me crió y me gusta que sepa que la veo como segunda madre.
Hoy sé que Yaya es resistencia y sabiduría, me sigue enseñando sobre hierbas, siempre me sorprende recordar que aprendió a cortar el cabello ella sola y puso una estética, que crió a sus hijas como pudo, trabajando, después de la muerte de su esposo, hoy Yaya me sigue hablando de su pasado y se atreve a llorar frente a mí y a decirme qué piensa aunque no estemos de acuerdo. Se atreve a escuchar y a aprender de mí, eso me parece tan noble.
Hoy sé que mamá Lupe es amor de la vida, es una mujer valiente que tiene mucha más inteligencia de la que se imagina aunque ya reconoce que es muy lista, y es que, ¡aprendió a coser sin siquiera tener una cinta métrica!, lo hacía con espigas y pastos que tenía en el rancho, mamá Lupe es la torre donde vivimos 8 nietas y 4 hijas, es el refugio de nuestro amor. Es sonrisas y vida, es bugambilias y granadas.
Tía Juana es risas y risas y una foto grupal entre todas que no podemos tomar porque no se deja de reír, es hacer los juegos de mesa más divertidos porque le desborda la risa, otra vez, es inteligente, es líder, es firme, también es la soledad y cómo aprendió a llevarse en ella.
Tía Lupe es mi compañera de baile en las fiestas, es jugar a que somos personajes que inventamos, es comer y llenar la mesa de risas con sus ocurrencias, tía Lupe es también limpieza, es canto, es amor infinito a sus hijas, es carácter del que solo sale cuando hay ternura.
Tía Chayo me enseñó que eran los viajes astrales, ella es amor y salvación, en ella ví cómo se vive sin un hombre y con dos hijas, el placer de la casa desordenada y las pláticas en la madrugada; tía Chayo es la que tuvo a la primer niña muy jóven y después decidió estudiar y mantener a sus dos pequeñas. Tía Chayo es sonrisas y pláticas y juegos de mesa sobre inteligencia.
Tita es ser la menor y lo que conlleva, es mucha atención y con ello, mucha responsabilidad, es amabilidad a quién ni siquiera lo merece, es caerse mucho y buscar pararse de alguna manera, es intentos de tener hijas sin éxito, es estar rota y alejarse y regresar y entender que acá con nosotras nunca perderá, siempre la abrazamos.
Y Diana Vizcaya es ser Diosa (nuestros nombres, que son el mismo significan eso) es traer al mundo a mi hermana, haciendo así el par de mujeres más inmensas y magníficas que conozco, Diana es bailes, muchos bailes y muchas canciones y muchos cuentos y aprendizajes, es cosquillas y películas repetidas; y además es resistencia, Diana nos puso la capucha a mí y a mi hermana y nos abrió las puertas a vivir. Y vive con nosotras y vive en nosotras y aprende con nosotras sin saber que ya nos enseñó lo que olvidamos cuando nos intentaron separar.