Feminismo

[Opinión] El dolor de resistir

Por Miriam Brito*

Hace una semana participé en el escrache contra el profesor acosador Seymur Espinoza, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, con múltiples denuncias de acoso sexual hechas por alumnas y ex alumnas que pueden consultar aquí, aquí y aquí. Cuando llegamos al sonido de nuestros sartenes, el sujeto se petrificó de miedo, pero fingió tranquilidad sentándose en su escritorio frente a su alumnado, un alumnado compuesto por rostros desconcertados también, que si bien no demostraban tranquilidad, se esmeraban en parecer aburridos, como si nuestro ruido les pudiera causar algo así, torpes en su actuación era claramente notorio que no sabían qué hacer ni qué actitud tomar, se escondían tras sus cabellos, hojeaban sus cuadernos deseando que todo fuera una mala broma, pero no lo era.

Seymur nos retó con su mirada durante el escrache, siguiendo ese guión de comunicólogo electorero del que tanto nos hablaron en clases, decían que sostener una mirada de frente era comunicar que no había nada qué esconder, aunque escondieras todo. Seymur no salió corriendo, no se hizo el desentendido, se sentó con un aparente sosiego y nos miró una a una, tratando de reconocer nuestros rostros tras las capuchas, esos rostros conocidos que tiempo atrás éramos sus víctimas silenciosas.

El escrache pasó sin ton ni son entre autoridades universitarias, ni siquiera un comunicado, qué más da, es otro escrache en Ciudad Universitaria. Recuerdo años atrás cuando me enteré del primer escrache en mi vida, era la Red No Están Solas denunciando a un profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, no sé ya qué año era, ni el nombre del sujeto, debió ser 2010 o quizá 2011. Esa rabia que nos surgía de las entrañas cada generación sigue intacta, pero la justicia como cada año está ausente.

A muy pocos días del escrache recibimos una noticia devastadora, asesinaron a Lesby en Ciudad Universitaria. Dice José Luis González, su novio, que se despidió de ella a las 4 de la mañana en el campus y dos horas más tarde la encontraron asesinada. El principal sospechoso, es decir, ese novio que estuvo tan solo dos horas antes con ella, está libre.

Cuando leí la noticia sentí que mi corazón se me estrujaba hasta dejarme sin aliento, esto es un mensaje, pensé, es un mensaje de ellos, de todos esos que no tuvieron castigo, de los acosadores, de los violadores, de las autoridades, de los golpeadores, de los hombres feministos, de los bromistas machistas, nos están parando en seco en un espacio que si bien no se mantenía intacto de violencia patriarcal, no había registrado feminicidios en su geografía física. No quise pensar más, a ver, Miriam, me dije, cómo la muerte de una mujer va a ser un mensaje, debes estar exagerando y además pensando en sus lógicas de varón que son en absurdo patriarcales, ¿pero no es así como se hacen las estrategias del patriarcado? Me volé en hipótesis y me convencí de que estaba siendo paranoica, solo es una coincidencia ¿no?, sobra decir, una coincidencia irremediable en un escenario de guerra feminicida.

Lesby nos movilizó a centenares de mujeres hoy en Ciudad Universitaria, fuimos marchando y gritando desde la rabia, desde la tristeza, desde el encuentro alegre y el amor de seguir vivas. Pero Lesby ya no está con nosotras. No, ya no está. ¿Qué se hace con este dolor? ¿Qué se hace con las mujeres asesinadas todos los días que se nos acurrucan en el alma como un grito que nos ahoga y que no logramos sacar del cuerpo ni hacerles justicia? ¿Cómo se hace para sobrevivir entre acoso, violaciones y muerte y al mismo tiempo ayudar a otras? Ya no quiero esperar a la siguiente mujer asesinada en un caso mediatizado para que volvamos a salir.

Hoy solo sé que no quiero sumar cada día más mujeres, que no quiero hacer un activismo que cuenta cruces, que llora a diario, que se abstrae en tristezas o que canta alegrías mientras otras ya no están. Hago mucho, hago poco -ya no sé- trabajo aquí y allá, colaboro aquí y allá, sé que lo poco que llevo resistiendo o mucho, tampoco sé, no es suficiente y duele desde adentro.

Las abrazo a todas.

 

*Pseudónimo

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La Crítica