Análisis

El feminismo es de las mujeres

Por Luisa Velázquez Herrera

El feminismo es de las mujeres, de todas aquellas que hemos nacido con vulva, las mismas que hemos crecido en un mundo que definió que nuestro cuerpo era un objeto, luego de varias guerras ginocidas ocurridas y ocurriendo a lo largo de la historia. Tan la opresión está sostenida en nuestro cuerpo, y no por origen ni esencia, sino por la violencia de los hombres, que ninguna mujer salvaría su vida de enunciarse «no binarie» ante un feminicida: «Señor feminicida, soy no binarie, por favor, no me toque», se sabe que esto no detendría la violencia, por tanto, el género no es un atuendo que se quita y pone.

 

La violencia recae sobre nuestro cuerpo con vulva de nacimiento y no hay manera otra de acabarla que acabando con los hombres, que son quienes ejercen esa violencia. Si alguna está convencida de que enunciarse «no binarie» salvará su vida, la animo a que acuda a todas las calles a pedir que las mujeres se nombren «no binaries», si esto asegura que las niñas y mujeres no vivan violencia sexual y feminicida, han encontrado la solución, sino es así, entonces han errado el camino de manera catastrófica. Por si alguna, aún así, tiene una imaginación secuestrada por la fantasía masculina, revisen los casos de feminicidios y violación en población de mujeres cuyo objetivo es transitar a lo masculino siendo mujeres, spoiler: hay violaciones, feminicidios, y cada tanto, alguna noticia de un «hombre embarazado», es que ni siquiera con injertos de barba, testosterona, una logra escapar.

 

Anunciar sin más que el feminismo es de las mujeres ha provocado rechazo de defensoras de hombres. Por ejemplo, se ha vuelto costumbre que ellas digan de manera tramposa que solo hay dos posturas: Por un lado, un feminismo que habla de la violencia contra el cuerpo de las mujeres sin hablar pizca de racismo y capitalismo; y por otro, solo un feminismo antirracista inevitablemente «queer» (pro-prostitución, pro-pornografía, pro-política trans, pro-alquiler de úteros). No es así.

 

Si bien es cierto que hay un feminismo radical eurocéntrico que evita hablar de racismo, mucho proveniente de España o Italia, lo cierto es que ni siquiera las fundadoras del feminismo radical estadounidense fueron omisas a los cuestionamientos antirracistas, si bien no los entendían a cabalidad, sí lograron incorporar al menos miradas anticapitalistas y críticas al colonialismo, aunque de manera deficiente, por eso muchas mujeres no nos nombramos ni articulamos desde el feminismo radical. La mayoría de la mujeres contamos con nuestra ginealogía latinoamericana y no necesitamos pedirle cuestionamientos a las mujeres blancas cuando tenemos abuelas latinoamericanas.

 

Desde la ancestralidad lesbofeminista (totalmente proveniente de Abya Yala), analizamos que el primer sistema de opresión en que se funda el mundo es la opresión al cuerpo de la mujeres (todas aquellas con vulva, es simple), esto fue definido por los hombres después de diferentes guerras ginocidas (pueden rastrear dicha guerra según la región), en otras palabras, mi cuerpo no es la causa de la violencia que ejercen otros contra mí, la causa son los hombres y su violencia ginocida.

 

Una vez definidos los cuerpos de las mujeres (sí, con vulva de nacimiento, nunca está de más repetir) como objetos propiedad de los hombres, se construyeron el resto de los sistemas de opresión: colonialismo/racismo, y finalmente, el capitalismo. Bajo el sistema colonial racista, el norte global saqueó al sur, y sobre ese despojo, se crea el capitalismo en el siglo XV.

 

Todo esto quiere decir que la base del conjunto de las formas de violencia (opresión, explotación y dominación) es la violencia de hombres sobre mujeres, y encima de dicha base, se construyó la violencia colonial (racismo), y finalmente, esto constituyó al sistema capitalista (saqueo, despojo y explotación capitalista).

 

¿Qué significa todo esto? Todos los sistemas de opresión (sexo, raza y clase) se manifiesta en la violencia continua y sistemática a las mujeres racializadas y empobrecidas del planeta. Siempre cito este dato de la ONU (con todas las acotaciones que haya que hacer a la institucionalidad internacional), pero volveré a ponerlo, la mayoría (se calcula de un 70-90%) de la población en situación de pobreza extrema en el planeta son mujeres (sí, sí, sí, con vulva de nacimiento).

 

Una vez que hemos entendido esto, que la violencia acérrima es contra las mujeres: ¿Por qué defenderíamos redes de tratantes, hormonización de niñas o las diferentes «industrias» de explotación a mujeres? ¿y esto qué tendría que ver con enunciaciones e identidades? ¿pintarse el cabello de colores acaba con esto? ¿las actas de nacimiento «no binarias» son la solución? Vale un minutito dejar de repetir a lo loco, o como decía Amelia, mi abuela: deja de decir sandeces.

 

Una vez que comprendemos cómo se articula más el sistema patriarcal, una no puede callar más que la defensa de la cuerpa de las mujeres es el eje de la vida, esta cuerpa con vulva, esta cuerpa con «presunta capacidad paridora»*, desde estas tierras, desde nuestras ancestralidades. Si tu feminismo cree ser antirracista o anticapitalista por seguir priorizando hombres, te hace falta una clavadita histórica para averiguar cuál sistema de opresión (otro spoiler: la violencia de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres) precedió a tales, y no, no se inventó con los barcos colonizadores.

 

En fin, ya cada quién sabrá qué está dispuesta a sostener con tal de tratar de impedir que otras escapen de la casa donde conviven con el violador y feminicida.

 

 

*El término fue acuñado por la lesbofeminista Karina Vergara Sánchez

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La Crítica