Lectoras que escriben

[Deconstruyendo el amor romántico: Amor entre Mujeres] Desmentir la imposición

Fotografía de Francesca Woodman

Por  Nair Ehdad

Provincia de Córdoba, Argentina

 

Qué bonito seria si la escritura tuviera el sonido exacto que querés causar, es decir, el tono justo en que querés que el otro se imagine lo que estás diciendo. Hagamos de cuenta que existe esa posibilidad, bueno ahora comienzo este texto gritando desaforadamente, parada en la punta de una montaña. Es que trepé como una condenada, corrí, me exigí, me peleé y me obligué a cumplir, a cumplir con lo que se “debía”, con lo que me han dicho “es mejor”. Y acá parada no veo más que la ingenuidad de todo lo que he sido, de todo lo que me he creído y de todo lo que me han impuesto.

Les digo la verdad: subí, sí, pero subí a los golpes, subí sabiendo que había algo raro, que este anhelo no era mío. Que las mentiras tienen patas cortas es verdad y no sabés lo cortas que son cuando una se las hace a sí misma. Me cuesta mucho ser clara o sentir que me hago entender, cuando es una idea tan fija y que ha permanecido tanto tiempo en mí. A lo que voy es que me he cansado de sostener y de responder a tu estereotipo de mujer. Y mira que hasta me lo he creído bastante y hasta lo defendí, admito esto con vergüenza, así fue hasta hace muy poco tiempo me creí tu imposición. Me he olvidado de distinguir lo que quiero, deseo o anhelo por correr y trepar ese ideal.

No me he sentido mujer hasta que me dio su aprobación un hombre. No me sentí mujer hasta que no gritaron a los cuatro vientos que era “señorita”, no me sentí querida hasta que un hombre no me lo dijo, no me sentí protegida hasta que no salí acompañada, no me sentí satisfecha hasta no sentirme amada. Todo esto lo sentí, no sólo lo creí así, sino que lo sentí. Pero, a su vez, había algo en mí que lo cuestionaba, que me ponía en jaque, que me descolocaba, que me hacía entrar en crisis una y otra vez, que me llenaba de dudas. Cuestiones que sólo pude ver más claro cuando observé a las mujeres que me rodean, fuertes, autónomas. Me pude ver mujer entera y sin dudas sólo cuando empecé a ver que no viene de afuera la aprobación, porque en realidad no hay aprobación, porque en realidad soy mujer desde que nací, pasé por distintas etapas de crecimiento, claramente. Pero nadie me aprobó, ni me aprobará.

Creo que la verdad está a la vista y que cuesta verla por todo lo que nos ha configurado hasta ahora: “Tan linda y sin novio”, “Ojalá encuentres alguien que te quiera”, “Vos vas para el camino de la soledad sí seguís así”, “Tené cuidado y no salgas sola”, “Sos bonita, pero poco femenina”, “¿Para cuándo el novio?”, “No te duran las relaciones, qué pena”, “Andas muy rodeada de mujeres no te vas a ir para el otro lado”, “Qué indecisa, así no te van a querer”, “Que mal carácter, así no te vas a casar”, “Por una cuestión biológica yo tengo más fuerza que vos”, ”Típico de madre”, “Tenés que saber cocinar”, “Vos tenés que ceder”. Bla, bla, bla, bla… Asco, mentiras y absurdas mentiras.

Lo que contaminan estos prejuicios fundados de boca en boca y transmitidos desde la más insolente manipulación: es algo que hay que desmentir, que hay que gritar, que hay que ver y charlar, desde cero, desde el comienzo. . . Deja de mirarme como si tuviera que responder a tu imposición, a tu inocente creencia, no lo voy a hacer. No sabes cuán resilientes somos cuando estamos con las mujeres que nos rodean.

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La Crítica