Literatura

¿Cuándo me enamoré de una como yo?

Por Shee

No recuerdo cuándo me enamoré por primera vez de una como yo.

Tal vez fue cuando entre puros niños, yo a quien tomaba de la mano al correr y contaba mis secretos era a la única otra niña,
o cuando en la primaria conocí a la niña más bonita de todas, de quien me separaron de grupo en tercero, a los 9 años, y entonces me escribió una carta: «antes de dormir en lo único que pienso es en ti, te extraño, eres la mejor»,
o cuando a los 14, bromeando con una amiga, nos dimos nuestro primer beso,
o a los 15 que la única niña bisexual de la secundaria se sentó en mis piernas y me dio besitos en toda la cara,
o cuando a los 17 le di mi whatsapp a la morrita que me sacaba sonrisas cada que la veía, y le presté mi libro favorito,
o cuando a los 18 no dejaba de tomarle la mano y lanzarle papas en la boca a otra de mis amigas.

Tampoco recuerdo cuándo supe que podía enamorarme de una como yo.
Tal vez a los 4 años cuando jugaba con mi prima a la familia,
o a los 7 que mis compañeras se daban besos debajo del escritorio,
o a los 9 que mi hermana me regaló un libro sobre los distintos tipos de familia,
o a los 12 que vi el inicio de una escena lésbica, pero le cambié de canal,
o a los 16 que dije que era bisexual.

La verdad quería escribir recuerdos
de mí siendo lesbiana desde pequeña,
de mí no reconociéndome,
porque más bien
estaba reconociéndolOs.

Fue hasta los 18 que supe que podía ser lesbiana, sólo por querer serlo y hasta los 19 que me asumí como una.

Estoy segura que el no pensarme, nombrarme y reconocerme siempre fue (y tal vez es) el miedo.

Fue a los 5, la primera vez que me preguntaron «¿y qué niño de tu salón te gusta?»,
a los 10 que metieron al equipo de fútbol a mi hermano y no a mí porque yo era mujer,
a los 14 que dijeron que la niña bisexual de mi salón sólo quería llamar la atención,
a los 15 que conocí a un agresor y no lo dejé hasta tres años después,
a los 16 que me asumí bisexual,
a los 17 que me rapé y entonces pensé que era transmasculina porque me gustaba llevar ropa suelta y la gente comenzaba a nombrarme en masculino y yo a nombrarme «elle»,
y porque me enamoraba de otras mujeres y cuando salía con esas mujeres otras nos miraban mal y si nos miraban mal seguro estaba mal y yo debía ser hombre para poder estar con una mujer y que no nos miraran mal, a los 18 que me asumí lesbofóbicamente «lesbiana política», que porque me gustaban los hombres pero no saldría ya con ellos,
y ahora, que frente a mis abuelos, primas, tías, y papá sigo sin nombrarme lesbiana aunque el resto de la munda sabe que lo soy y seguro ellos también pero no quieren saberlo entonces mejor no lo digo.

Y ahora que intento nombrarme y pararme en la lesbiandad como piso político dentro de una facultad donde el 70% de alumnas somos mujeres y el 30% hombres cuir alabados por ellas.
Y ahora que nombrarme mujer es ser «transfóbica», y ahora, que nombrarme lesbiana es odiar a los hombres, y ahora, que nombrarme lesbofeminista es volver a tener miedo de nombrarme.

Estoy segura que el no pensarme, nombrarme y reconocerme siempre fue (y tal vez es) el miedo, aún queda mucho de él, el único en masculino que todavía me puede gobernar el pensamiento y la cuerpa,
el miedo, que descubro cuando me rodean hombres (con falda o sin ella),
pero que se va cuando mi mamá me abraza, y cuando mi hermana me mira,
el miedo, que vuelve cuando el papá piensa que la lesbiandad es una condición, como quien enferma está,
y que desaparece cuando río con mi abuela y con mis tías y con mis primas,
el miedo, que regresa cuando las compañeras comparten que Érika fue asesinada por feminicidas, y que se transforma en fuerza cuando ellas mismas me toman de la mano para romper un vidrio,
el miedo, aquí vive, rondando entre todas porque en un mundo de hombres aún no logramos escapar totalmente de ellos,
el miedo, que muchas veces se me olvida porque mi cabeza sólo está pensando en cómo amar bonito a las otras,
el miedo, que…
el miedo, ¿qué?
el mied
el mie
el mi
el m
el
e
ellas y yo, y ya no recuerdo qué era eso de lo que hablaba.
ellas y yo y sólo sé que amo a las mujeres,
que soy mujer, que soy lesbiana, que soy lesbofeminista
y que mi munda es con ellas o no es,
y que mi voz es para nombrarnos o no es,
y que mi cuerpa es para sentirnos o no es,
y que mi vida es conmiga o no es. 

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La Crítica