Lectoras que escriben

[Contar mi historia: El Feminismo y Yo] Feminiseando

«Este dibujo fue un regalo»

Antes se decía “parafraseando». Ya no.
Feminiseando

Por Teresa Fernández, 17 años, Argentina.

 

La indignación abunda y no es algo que nos podamos sacar de encima tan fácil. Yo sé que hay que saber moderarla, no podemos pretender tener resultados positivos en la lucha feminista, si nos guiamos por impulsos derivados de la indignación e impotencia. Tampoco caigamos en justificar los asuntos cotidianos para evitarnos el disgusto de la indignación. Encontrar el punto medio, el equilibrio, siempre va a ser una utopía porque vivimos de extremos (en todos los aspectos de nuestras vidas).
No puede ser, creo yo, que salir a la calle sea de noche o de día pueda llegar a generarnos miedo. Ojo, a mí no me pasa puntualmente así, no es que siempre que agarro el manojo de llaves siento un temor paralizante, pero lo pienso.
Ahora estoy viajando en el subte, la línea D, no hicieron falta ni veinte minutos para ver a un viejo mirando a una chica y oírlo decir: “mirá a esa prostituta” solo por vestir un short. Acto seguido la chica sube conmigo al subte y el único chabón que estaba sentado cerca nuestro la mira pasar como si fuera un perro que desfila para él.
Y con este panorama, ¿ cómo pensar claramente? Si saliendo a la calle hago tres cuadras y automáticamente un viejo que podría ser mi abuelo empieza a “piropearme” (si queremos suavizar un poco la violencia de sus comentarios).

Con eso dicho me doy el pie ideal para hablar de feminismos.

El feminismo es como una ducha mental constante que nos va lavando la cabeza, sacando todo lo que dábamos por cierto, llevándonos a cuestionarnos esa certeza ciega que nos es inherente. Una ducha que nos obliga a pensar en nuevas estructuras y modos que van a reconfigurar nuestras vidas para siempre (si es que tal expresión es verídica). Y por lavado de cabeza no me refiero a una imposición banal de algo terrible. Justamente todo lo contrario, a desplazar esa imposición previa: las estructuras económicas, sociales y políticas machistas.
Es entonces, para mí, una limpieza constante y progresiva.

Conversaba con una amiga muy cercana (a la aún que me gustaría poder clarificar algunas cosas) sobre no “el” sino “los” feminismos. Y no voy a ponerme a clasificar los feminismos por más o menos fieles a la burguesía o más o menos confrontativos. Quiero hablar de que, bajo mis puntos de vista, el feminismo que predicamos es una construcción muy individual (que siempre apunta al bien de un colectivo) que nace y muere en nuestra experiencia, práctica y lógica cotidiana. O sea cada una desde su lugar/rol aplica o reproduce su propio feminismo. Por eso feminismoS, porque el objetivo es el mismo solo que no todas contamos con las mismas herramientas, saberes o métodos para alcanzarlo.
En este sentido considero que cualquier feminismo es 100% real, aunque así no nos parezca cuando oímos a una compañera decir algo re feminista que luego va a contradecir en un aspecto de su práctica cotidiana.
Podrán ser polémicas mis declaraciones pero quién quiera charlar sobre esto cuente con que podrá hacerlo.
Ahora bien, siguiendo con la plática que sostenía con mi amiga. Ella, angustiosa, se reclamaba a sí misma que después se llamaba feminista pero a la hora de analizar su propia situación notaba que no podía desprenderse de lo que estaba siendo una relación amorosa muy compleja. Y aunque no parezca esto es realmente difícil de afrontar. Una siempre sabe en la situación en que se encuentra sumergida, entiende lo que pasa pero nunca entendemos en lo que podría derivar. Yo misma, que me vi inmersa en una situación amorosa muy violenta, siempre entendí lo que sucedía, siempre supe quién tenía razón en verdad y quién no estaba pensando claramente; seguí yendo a las movilizaciones y publicando en mis redes el repudio a los infinitos casos de violencia de género y el apoyo a las víctimas de los mismos; yo exigí una Ley de ESI bien implementada y de fácil acceso para todes y, sin embargo, nunca conseguí que ellos usaran preservativos para estar conmigo.
Y acá se habla de dos cosas. Por un lado de su actitud (la de ellos) totalmente por encima de todo, privilegiada, aceptada y respaldada por al menos más de la mitad de las personas que habitamos esta sociedad, y la nuestra (de nosotras) quienes nos dejamos manipular por conceptos abstractos y cero tangibles. Porque déjenme aclarar que ellos no son los únicos que nos manipulan; nuestras limitaciones (impuestas por ellos) también lo permiten.
Por eso insisto en hacer hincapié en que nuestra única preocupación, mujeres, debería ser no tratar de explicarles a ellos lo que tienen que dejar de hacer o no (lo único que falta es que nos tilden de autoritarias jaja) sino poder explicarle a nuestras compañeras; estar dispuestas a las contradicciones ideológicas que podemos hallar en nuestras charlas con ellas y debatir cuanto sea necesario; darnos entre nosotras las herramientas para poder hacerles frente. Tomar nosotras la vara y corregir nuestras actitudes, para no recaer de nuevo en que el centro son ellos y que como ellos nos oprimen a ellos hay que cambiarlos. Es un trabajo de aceptar y abandonar un montón de actitudes y concepciones que creemos propias, pero que en verdad son más impuestas que nuestras identidades.
Y, por favor, que no se me acuse de atacarlos.

El feminismo es entonces: profundizar. Porque justamente lo que lo diferencia de los demás aspectos/corrientes/movimientos/organizaciones (donde sea que se quiera clasificar) es que nunca retrocede. Al ser una profundización interna se nos va de las manos. Una vez que se conoce es imposible ya no tenerlo en cuenta, ¿o me equivoco que hoy en día sepamos o no de feminismo, nos consideremos o no una feminista hablamos de cada hecho trascendente (como lo son hoy, lamentablemente, los femicidios) en torno a los ejes de debate que plantea el feminismo: fue porque se lo buscaba o no, fue femicidio o crimen pasional, fue consecuencia de las actitudes de ella o no?
Si ya no quedan dudas sobre mi postura desarrollada previamente me gustaría dar cierre al discurso con un ejemplo muy claro para quienes aún no comprenden del todo bien qué busca puntualmente el feminismo (desde mí punto de vista).
Me atrevo a decir que el feminismo busca equivalencia. Y que hasta ahora la única equivalencia que se puede encontrar está en el resultado entre la cantidad de años que llevo vividos y la cantidad de violencias que he recibido. Dan igual, son el mismo número. Es más, tal vez multiplicaría esa cifra de años que tengo vividos por 3 para que me dé el número real de violencias recibidas.
El tiempo que yo me anime a vivir va a ser el tiempo que este dispuesta a resistir.

 

 

*Las opiniones expresadas en columnas y convocatorias son responsabilidad de las autoras y no necesariamente reflejan la postura de este medio.

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La Crítica